La sensualidad y la fascinante belleza de Conchita la llevó pronto al cine.
Lionel Barrymore, experto en el mundo del cine, afirmó: “Esta chiquilla dará mucho juego”.
Un talento tan asombroso no podía quedar limitado al mercado hispanohablante, por lo que los productores decidieron mostrar sus cualidades en películas originales en inglés, lengua que la joven dominaba ya con soltura, y había aprendido en dos meses, aconsejada por Edgar Neville y Charles Chaplin, como ella misma relató en una entrevista en 1942.
Regresó a España en 1942 tras finalizar la guerra civil española y después de trece años en el extranjero.
Su último título, en 1944, fue Lola Montes dirigida por Antonio Román, junto a Luis Prendes.
Al poco contrajo matrimonio con el diplomático Ricardo Giménez-Arnau, antiguo delegado del Servicio Exterior de Falange y embajador ante la Santa Sede, tras lo cual se apartó del cine, negándose a conceder cualquier entrevista y huyendo de los homenajes que le ofrecieron (declinó la Medalla al Mérito Artístico que el Ministerio de Cultura le quiso conceder en 1990).