Si bien en sus inicios tuvo una proclividad a la guerra, durante la mayor parte de su reinado mantuvo la paz en el país y evitó las confrontaciones internacionales.
El rey había crecido con un carácter autoritario, escasos modales y una muy limitada educación elemental.
El país estaba particularmente empobrecido después de las costosas guerras que había emprendido su padre.
El joven rey se interesaba más por las diversiones, y constantemente salía de la capital.
Francia se topó con la oposición de varios estados europeos, que decidieron apoyar a Holanda.
Luis XIV se atrajo el apoyo sueco tras presionar acerca de un nuevo préstamo.
La guerra había sido costosa, pero el prestigio de Carlos XI se elevó, lo mismo que la confianza del pueblo hacia su soberano.
Las fuerzas del ejército contaban con gran disciplina y su número llegó a 38 000 hombres.
Además el rey exigió a las provincias un número importante de civiles para la defensa del territorio en caso necesario.
El rey carecía de una educación avanzada, pero el impulso que dio a la enseñanza fue una obra muy destacada en su gobierno.
El rey consideraba que la paz era una condición necesaria para la introducción de las grandes reformas administrativas.
Oxenstierna convenció al rey de abandonar paulatinamente la política escandinava, y buscar nuevos aliados.
Sus restos reposan en el Karolinska gravkoret (coro funerario carolino) en la iglesia de Riddarholmen, en Estocolmo.