[12] También son frecuentes las invocaciones a las últimas llamas que anuncian el final de la cocción y que en la jerga alfarera son conocidas como los “frailes” y escuchadas en frases como «¡ya salen los frailes!» (Cespedosa de Tormes) o «ha surtit el fraret» (salió el frailecillo)› de algunos alfares mallorquines.
Esas piezas femeninas emblemáticas quedaban determinadas por los periodos vitales de la hembra, su infancia, su incorporación a las labores domésticas o a la escuela, el noviazgo y la boda, el embarazo y el parto.
[17] Entre los recipientes tradicionales ancestrales del rito cristiano, aunque muy asociado al culto doméstico romano,[18][19] puede destacarse en relación con la producción cerámica la variedad de pilas domésticas para el agua bendita, conocidas como ‘benditeras’.
[21] En España se conocen algunas interesantes colecciones como las reunidas por el pintor Joaquín Sorolla y Clotilde, su esposa, o la del empresario catalán Alberto Folch-Rusiñol.
[22] Los motivos figurativos religiosos cristianos más frecuentes en la simbología alfarera son la cruz, "el Crucificado", la Virgen, sola o con el Niño, el Sagrado Corazón, el cáliz, la paloma, ángeles de variada tipología (abundando los querubines), y diversos santos en función de los localismos o patronazgos .
Mayor carga de superstición tenía otra costumbre, a veces con bastante ritual complementario, cuando el plato con sal se colocaba sobre el vientre o en los brazos cruzados sobre el pecho del difunto, o bajo la cama en la que yacía durante el velatorio; en algunos lugares, el plato y la sal que contenía se enterraban junto con el cadáver.
[31] Han llegado hasta el siglo xxi como recurso comercial asociado al turismo, dando lugar a cierta producción de importancia en la cerámica de Sargadelos o en formas específicas como el «indalo» almeriense o el ojo-hucha ibicenco.