Búcaro

Destos barros dicen que comen las damas por amortiguar la color».[3]​ En algunas zonas de La Mancha se denominaba búcaro al recipiente utilizado en las casas para colocar la manzanilla recién recogida en septiembre y que perfumaba la estancia.[4]​[5]​ Francisco López de Villalobos, famoso médico cortesano del siglo XV, cita varias veces la opilación en su obra: «Sumario de la medicina en romance trovado».[7]​ En siglos posteriores, viajeros por España como Teófilo Gautier,[8]​ Hipólito Taine y Victor Hugo, también mencionan el insólito uso del búcaro.[13]​ Esta costumbre generaba un trastorno llamado opilación (una especie de clorosis o anemia),[14]​ que entre sus varios efectos opilaba o tapaba ciertos conductos, sirviendo para cortar hemorragias (en especial menstruaciones abundantes) o dar una extrema palidez al rostro (como reflejo de la crisis biliar que producía en el hígado), en aquel tiempo signo de belleza.
En Las meninas , de Velázquez, la menina María Agustina Sarmiento ofrece un búcaro rojo con agua a la princesa Margarita de Austria.
Trozo de búcaro hallado en 2008 en los restos de un barco mercante español del siglo XVIII hundido en el Río de la Plata .
Búcaros.