Los estudiosos de la toponimia también tienen su teoría: al parecer, el origen del nombre de la villa se asocia con raíces vasconas y celtas (atd = peña, tud = cueva, refugio), que junto al diminutivo latino ellum formarían el significado de «pequeño refugio en las alturas».
Por lo tanto, Astudillo comparte prácticamente por igual en su término municipal los modelos de paisajes cerrateños y terracampinos.
En cuanto al relieve, predominan los terrenos llanos, junto con los de pendiente ligera y pronunciada, ya en menor medida.
Las lluvias se distribuyen irregularmente a lo largo del año, con unas medias anuales que rondan entre los 400 y 500 mm.
La fauna se identifica con el ecosistema mediterráneo, albergando gran variedad de especies: reptiles (como las lagartijas, eslizones, lagartos y culebras) aves rapaces (ratonero, aguilucho cenizo), roedores (ratón de campo, topillo), aves esteparias (alondras, collalba gris, calandrias), otras aves (palomas, abubillas, cucos, codornices y perdices) y mamíferos (liebre, conejo, jabalí, zorro).
Del mismo modo, la fauna piscícola que acogen estas corrientes fluviales se caracteriza por las truchas, barbos, cachos y cangrejos.
[1] En la Edad Media y moderna tuvo un gran desarrollo por la producción textil.
Su actividad principal es la agricultura, la industria alimentaria y la producción eléctrica: hay varios parques eólicos alrededor del casco urbano, además de una instalación fotovoltaica de 1 MW y algunas otras más pequeñas.
En su iglesia de estilo gótico-mudéjar cabe destacar el artesonado y las yeserías del coro.
Junto a estas misteriosas galerías, Astudillo cuenta también con numerosas bodegas tradicionales, como las excavadas en La Mota y El Altillo, que nos recuerdan la importancia que por estas tierras tuvo el viñedo hasta tiempos recientes.