Finalmente, dos años después, en 1907, regresaron a Nueva York donde entraron en contacto con la élite social con el que se relacionaba su familia materna, entre las que se encontraban algunas de las familias más ricas en la costa del este.
En poco tiempo, como tenía medios, Wagner se convirtió en productor, logrando su primer éxito con una obra nueva titulada Ception Shoals.
Tan pronto se declaró la guerra, Wanger se alistó y, gracias a sus conexiones familiares, muy pronto fue nombrado teniente y, pese a ser un pésimo piloto; entró en el cuerpo de aviadores.
No obstante, pronto fue trasladó al cuerpo de inteligencia y propaganda, donde Wanger entraría en contacto, por primera vez, con el cine.
Acabada la guerra, continuó con el teatro y, en 1920, la Paramount lo contrató como ayudante del productor Jesse L. Lasky.
A partir de ahí se inicia un periodo de 8 años en el que Wanger supervisaría grandes títulos como: Ese no sé qué (It) y el clásico Alas (Wings, 1927) o Los cuatro cocos (The Cocoanuts).
En 1931, cambia la cúpula de la Paramount y, tras un breve paso por la Columbia, Wanger acaba recabando en la Metro-Goldwyn-Mayer.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el compromiso político de Wanger contra los nazis también queda patente, a través, de las películas que produjo como Corresponsal extranjero (México) / Enviado especial (España) y Cuando muere el día.
Su viacrucis particular comenzó en 1945 con Salomé, la embrujadora y la gota que colmó el vaso fue Juana de Arco.
Según los relatos de la crónica negra, Wanger comprobó sus sospechas: los pilló in fraganti en un aparcamiento y disparó contra Lang.
Para su esposa Joan, las consecuencias fueron peores: el suceso causó tal escándalo, que truncó su ascenso como estrella.