[1] Tenía una mano izquierda artificial con un pulgar accionado por muelles, con lo que podía sujetar las riendas o abrir puertas.
No fue feliz en la escuela, pues carecía de talento para el deporte o los conocimientos clásicos.
[1] Después de su primer año allí, marchó a hacer el Grand Tour por Sudáfrica, la India, Australia y Nueva Zelanda con Ludovic Heathcoat-Amory.
[4] Wood no se presentó en la elección general de 1906, en la que los liberales obtuvieron un triunfo aplastante y prefirió dedicar sus esfuerzos a su membresía en All Souls.
Hombre de profundas convicciones religiosas, fue considerado como la mejor elección para negociar con Mahatma Gandhi.
Ofrecía más simpatía a los indios que sus predecesores, aunque no tenía el menor reparo en firmar condenas de muerte cuando las creía justificadas.
Simon vio los borradores y tuvo serias dudas sobre la planeada conferencia de mesa redonda.
Pocos días después de la firma del pacto Gandhi-Irwin, Lord Irwin abandonaba su puesto y dejaba la India.
[11] En la práctica, aunque no formalmente, Halifax actuaba como vicesecretario de asuntos exteriores para Eden.
Pese a todo, Halifax fue criticado como un apaciguador, junto con Chamberlain, Hoare, y otros doce, en el libro anónimo de 1940 Guilty Men.
Andrew Roberts argumenta que desde este momento en adelante, Halifax se posicionó firmemente en una política de disuasión.
[18] Con la falta de compromiso de Hitler en relación con los acuerdos de Múnich se hizo cada vez más evidente, Halifax trabajó firmemente para reunir una posición británica más fuerte, empujando a Chamberlain a dar pasos económicos para apuntalar los intereses británicos en Europa Oriental y prevenir que suministros militares adicionales llegaran a Alemania, como tungsteno.
Ese mes Halifax impulsó conversaciones con Francia, en vista del peligro de guerra tanto con Alemania como con Italia al mismo tiempo.
Dos días más tarde, Italia invadió Albania; Halifax se encontró con Sir Alexander Cadogan y «decidimos que no podíamos hacer nada para detenerlo».
Incluso eso suscitó la ira de Churchill, primer lord del almirantazgo, quien envió una nota privada a Halifax reprochándole que semejantes conversaciones eran peligrosas.
[23] En circunstancias ordinarias, un voto tan débil no habría sido políticamente desastroso, pero fue decisivo en una época en la que el primer ministro estaba siendo muy criticado por ambos lados de la Cámara y había un fuerte deseo por la unidad nacional.
Otros testigos describen a Halifax poniendo reparos mucho más rápidamente, y Churchill estuvo de acuerdo con él activamente.
Sin embargo, era impopular en el partido conservador, y puede que no fuera la elección del rey.
Su posición como par era una barrera meramente técnica dada la escala de la crisis, y Churchill supuestamente estaba deseando servir bajo Halifax.
Creía que la energía de Churchill y su talento para el liderazgo eran superiores a los suyos.
Dos días más tarde, las armadas británica y francesa empezaron una evacuación de las fuerzas aliadas, ayudadas por la Royal Air Force.
Halifax estuvo próximo a la dimisión, lo que podría haber hecho caer al gobierno de Churchill.
Halifax escribió en sus memorias durante unas breves vacaciones en Yorkshire: Cuando Chamberlain se retiró del gabinete debido a su mala salud, Churchill intentó acomodar a Halifax fuera del Foreign Office ofreciéndole un trabajo como vice primer ministro de facto, viviendo en el 11 de Downing Street.
Halifax y su esposa desesperadamente intentaron convencer a Eden de que tomara el trabajo en Washington en su lugar, pero sin éxito.
La tecnología de la comunicación permitía que Churchill se comunicara directamente con Roosevelt y fuera un visitante regular en Washington.
De vuelta al Reino Unido, Halifax rechazó unirse a la primera bancada de los conservadores, arguyendo que sería inapropiado pues había trabajado para el gobierno laborista que entonces estaba aún a cargo.
[35] David Dutton lo describe como «un libro extremadamente reticente que añadía poco a la documentación histórica».
Rab Butler contaba una historia de cómo él habiéndose encontrado en una ocasión con Halifax, su jefe en aquella época.
Tenía encanto profesional y la natural autoridad de un aristócrata, esto último ayudado por su inmensa altura.
[41] Rab Butler lo llamó «esta extraña e imponente figura —medio santo inocente, medio político astuto».