La escritura de los pueblos mesoamericanos -o por lo menos los sistemas que han podido ser descifrados parcialmente hasta nuestros días— combinan logogramas con elementos silábicos, a los que no se les puede calificar de escritura jeroglífica.
La piedra fue descubierta por los pobladores actuales de la llamada área nuclear olmeca y ha sido fechada por los arqueólogos aproximadamente en el año 900 a. C. (Rodríguez Martínez et al., 2006; Terrae Antiquae, 2006).
Si la autenticidad y el cálculo sobre la época en la que fue producida la pieza fueran corroborados, el Bloque de Cascajal se convertiría en el testimonio de escritura mesoamericana más antiguo que se conozca.
El desarrollo de este pueblo tiene sus orígenes en una época contemporánea con los olmecas, aunque su primer florecimiento corresponde al tiempo en el que estos últimos comenzaban el proceso de decadencia, al final del Preclásico Tardío mesoamericano.
En ese tiempo, los zapotecos dominaron un Estado imperialista que tenía como centro la antigua ciudad de Monte Albán.
Sin embargo, algunos arqueólogos han expresado dudas sobre la certeza de esta datación (Romero Frizzi, 2003).
En estos restos arqueológicos se puede encontrar evidencia de información calendárica, pero el código no ha sido descifrado.
Algunos autores han sugerido que la escritura istmiana podría ser antecesora del sistema clásico de las Tierras Altas del área maya, aunque el grupo humano que empleó el sistema istmiano no necesariamente debe estar emparentado lingüísticamente con los pueblos mayenses.
Aunque se suele considerar que la escritura maya fue desarrollada después de la escritura epi-olmeca —que tuvo su origen en el Istmo de Tehuantepec—, hay nuevas investigaciones que han venido a poner en entredicho esta aseveración.
Sin embargo, son más conocidos los textos provenientes de las grandes urbes mayas del Clásico, como Palenque (Chiapas), Copán (Honduras) y Tikal (Guatemala).
El código está basado en una mezcla de logogramas y elementos silábicos que en algunos contextos representan fonemas como en las escrituras alfabéticas.
Al igual que el sistema zapoteco, la escritura ñuiñe emplea el sistema de puntos y rayas para la representación de numerales —donde un punto representa la unidad y una barra representa el número cinco, signos que con iguales valores fueron empleados en la numeración maya— y comparte con el primero algunos glifos correspondientes a los veinte días del calendario precolombino que se empleó en esa región.
Estos mensajes han sido recogidos de estelas y pinturas rupestres en la Mixteca Baja.
Mucho más tarde que los sistemas anteriormente señalados, la escritura mixteca comenzó a emplearse en el siglo XIII.
La escritura mixteca se conserva en varios objetos arqueológicos que sobrevivieron al paso del tiempo y a la Conquista española.
Entre ellos se encuentran cuatro códices prehispánicos trabajados sobre piel de venado curtida y recubierta con estuco.