Fue hallada por los arqueólogos Carmen Rodríguez Martínez y Ponciano Ortiz Ceballos.
Los estudios hicieron sospechar que era la escritura más antigua descubierta en América.
Algunos glifos se asemejan a plantas, tales como el maíz, o animales, como insectos y pescados.
Aunque algunos arqueólogos escépticos, como David Grove y Christopher Pool[2] o Max Schvoerer,[3] dudan de la autenticidad de los glifos, porque según ellos la piedra no fue presentada ese mismo día por los investigadores.
Los 62 pictogramas posiblemente tenían como función expresar ideas de la vida diaria.