Cometa Shoemaker-Levy 9

El Shoemaker-Levy 9 (SL9, como suele abreviárse, aunque formalmente es llamado D/1993 F2) fue un cometa que orbitaba Júpiter y colisionó con él en 1994, proporcionando la primera observación directa de una colisión extraterrestre entre objetos del sistema solar.

[2]​ Esto generó una gran cobertura en los medios de comunicación hasta tal punto que el SL9 se hizo popular y fue observado por astrónomos de todo el planeta dada su importancia a nivel científico.

Cada choque generó una cicatriz, esto es, una mancha oscura, cada una de las cuales fue más visible que la Gran Mancha Roja y se mantuvieron allí durante varios meses, incluso hasta la llegada de la misión espacial Galileo.

Los estudios orbitales del cometa recién descubierto revelaron rápidamente que a diferencia de todos los otros cometas hallados previamente, el SL9 estaba girando alrededor de Júpiter, y no alrededor del Sol.

Cada uno de los pedazos a los cuales el cometa había sido reducido fue nombrado con una letra del alfabeto, desde «fragmento A» hasta «fragmento W», una práctica establecida para el momento de hallar cometas fraccionados.

Según las observaciones del Hubble los once fragmentos mayores tenían tamaños entre 2,5 y 4,3 km de diámetro.

[13]​ El astrónomo Zdeněk Sekanina observó que, debido a la fuerza de marea de Júpiter, el núcleo del cometa se encontraba fragmentado en partes que iban desde unos pocos metros hasta varios kilómetros.

[16]​ Otros efectos sugeridos incluyen que los impactos generarían ondas sísmicas que se propagarían por todo el planeta, un aumento en la cantidad de niebla en la estratósfera debido al polvo, y un incremento en la masa del sistema de anillos.

No obstante, debido a que las colisiones serían algo novedoso, los astrónomos prefirieron mantenerse cautelosos al respecto.

Si la colisión ha sido así de superficial las grandes manchas oscuras provocadas pueden desaparecer rápido.

[20]​ Por espectroscopia de las nubes surgidas tras el choque se han detectado también sodio, helio, litio, manganeso, hierro, silicio y por supuesto azufre.

Eran sumamente prominentes, y los observadores las describieron como más fácilmente visibles que la Mancha Roja.

Una búsqueda de observaciones históricas reveló que las manchas eran, probablemente, lo más prominente se había visto nunca en el planeta, y que mientras la Gran Mancha Roja es notable por su llamativo color, nunca antes se había visto ninguna mancha del tamaño y oscuridad de las causadas por los impactos del SL9.

Durante las misiones del Voyager al planeta, los científicos planetarios identificaron 13 cadenas de cráteres en la luna Calisto y tres en Ganimedes, cuyo origen era inicialmente un misterio.

Si Júpiter no estuviera presente, estos cuerpos pequeños podrían chocar con los planetas internos.

Los astrónomos han especulado que los acontecimientos de extinción podrían haber sido mucho más frecuentes aquí de no ser por Júpiter; y la vida compleja no podría haberse desarrollado.

Imagen de los fragmentos del SL9 tomada por el telescopio espacial Hubble el 17 de mayo de 1994. En la esquina superior izquierda, el fragmento A ; en la inferior derecha, el fragmento W .
Imagen de Júpiter en UV realizada por la Cámara Planetaria y de Gran Angular 2 , se observan las marcas dejadas por el cometa.
Una cadena de cráteres en Ganimedes , probablemente causada por un evento de impacto similar al SL9.