Alrededor del año 1406 San Vicente Ferrer, durante su sermón en Alessandria en el Piamonte, eligió a Bernardino para cumplir la evangelización de Italia, tarea que realizó en apenas doce años.
Se dice que "curó" a una prostituta sienesa "expulsando el demonio" de su cuerpo.
Tuvo un papel importante en el renacimiento de la religiosidad al comienzo del siglo XV.
Durante estos años mantuvo amistad con Juan Capistrano, y Jaime de la Marca fue discípulo suyo.
A pesar de la bula publicada por Eugenio IV en 1443, en la cual el papa encargó a Bernardino que apoyara la cruzada contra los turcos, no hay pruebas de su vida predicadora en esta época.
Según la tradición, su sepulcro "continuó sangrando" hasta que dos facciones de la ciudad fueron reconciliadas.
[2] Las narraciones de sus milagros se multiplicaron y así Bernardino fue canonizado ya en 1450 por el papa Nicolás V, solamente seis años tras su muerte.
San Bernardino es el santo patrón de diferentes actividades, enfermedades y lugares.
Desde el principio de su vida religiosa, Bernardino trabajó vigorosamente para propagar la rama de los frailes menores observadores en la orden franciscana, pero, contrariamente a lo que se indica a veces, él no fue su fundador.
Sin embargo, Bernardino fue un personaje importante para esta rama de la orden, su ayuda principal y propagador infatigable.
En su mano suele llevar el Crismón IHS, del cual salen rayos o lo cual está incorporado en un sol; así se muestra su dedicación al «nombre santo de Jesús»).
Las representaciones más famosas y apreciadas son posiblemente los frescos que describen el ciclo de su vida.