Arte románico en Aragón

El arte románico en Aragón se caracteriza por la presencia de una arquitectura monumental, exótica y suntuosa, erigida desde la segunda mitad del siglo XI hasta principios del siglo XII que se superpone a los más modestos edificios de tradición y estilos mozárabe y lombardo de la región.[1]​ Aragón surge como región histórica con personalidad propia hacia el siglo VIII, tras la invasión musulmana de la península.Inicialmente, posee dos grandes regiones condicionadas por la topografía: la montaña, amalgama de valles pirenaicos poblados por cristianos, y la llanura –dominada por jerarcas musulmanes–, que llega hasta las riberas del Ebro y sus afluentes.La principal vía es una calzada romana que unía Zaragoza con Bearn, atravesando el puerto pirenaico del Palo.Los pequeños asentamientos cristianos se articulan en torno a un núcleo ibérico-romano, la futura Jaca.Surge un arte románico primitivo, alejado de las anteriores influencias mozárabes y musulmanas.El rey aragonés Sancho Ramírez (1063-1094) amplía sus dominios, arrebatándoselo a los vecinos gobernantes cristianos y musulmanes.Jaca es la ciudad real, sede episcopal, y centro administrativo que acuña mancusos, la primera moneda de oro aragonesa.Sólo entre los siglos XI y XII se han documentado unas mil edificaciones románicas aragonesas.[5]​ Grabado sobre el tímpano de la puerta principal es un bajorrelieve que está presidido por un crismón y flanqueado por dos leones en cuyas garras aparecen sendas figuras humanas.[9]​ El llamado Maestro del Juicio Final, italiano, pintó los frescos de Susín, en Huesca.
Ábside de la capilla real del castillo de Loarre. Detalle
Iglesia de Santa María de Iguácel
Claustro románico del monasterio de San Pedro el Viejo , en Huesca , que conserva
Detalle del frontal de altar de San Martín de Chía (Huesca)
Detalle de los frescos de San Fructuoso de Bierge