Cliente (Antigua Roma)

Como consistían en acuerdos privados, quedaban fuera del control estatal; pero se consideraban una mos maiorum ("costumbre ancestral") y un vínculo de orden religioso, que incluía la dependencia al patrón para la consulta de los auspicia y las ofrendas a los lares.Dependiendo del número de clientes, la salutatio podía prolongarse mucho (hasta la hora secunda o tertia).[20]​ Las mujeres no participaban en la salutatio excepto en el caso de que fuera la viuda la que representara al patrón (haciéndose llamar como el patrón muerto), o cuando el cliente, imposibilitado, mandaba a su mujer sustituirle (a veces acudía postrado en una litera, quedándose a la puerta por no poder andar), lo que podía suscitar una mayor generosidad en la sportula.[21]​ La estructura de la domus (casa familiar romana) incluía una pieza a la entrada que permitía acoger a los clientes; aunque lo habitual era permitir su entrada en espacios más privados según su rango o nivel de confianza (los más humildes se quedaban en la entrada, mientras que a algunos se les permitía llegar hasta el peristilus).Algunos vínculos sociales, como la amicitia y la hospitium,[29]​ pasaron a ser difícilmente distinguibles de la relación clientelar.[30]​ La relación patrón-cliente se extendió no sólo a familias, sino también a la relación que podía establecerse con entidades políticas, como un municipio o una provincia romana: Sicilia se puso bajo la clientela, o patronazgo, de Marco Claudio Marcelo (cónsul 222 a. C.), y tal condición de patrón fue transmitida a los sucesivos Claudii Marcelli (rama de la gens Claudia).[33]​ Con la cristianización de Roma (siglo IV),[34]​ cada ciudad tomó como "santo patrón" (de carácter espiritual, pero determinante del prestigio y funciones que adquiere su templo -la catedral- y el clero que la sirve -el obispo y los canónigos-) a aquel con el que tuviera algún tipo de relación (por ejemplo, haber sido su obispo, o haber sido allí martirizado, custodiándose sus reliquias); así ocurrió en Milán con San Ambrosio, en París con San Denís, en Tarragona con San Magín o en Tesalónica con San Demetrio.[36]​ También entre otros pueblos que entraron en contacto con los romanos, como vínculo personal de lealtad entre un jefe y sus secuaces o séquito (establecido en paz o en guerra, pero que perdura más allá del tiempo de una campaña militar, y que se sacraliza para que dure hasta la muerte, como un juramento): la devotio ibérica, la Gefolgschaft de los pueblos germánicos (relación de séquito, gardingos o fideles visigodos —Tácito denomina esta institución con el nombre comitatus, y a sus partes como princeps y convites—[37]​) y relaciones similares entre los celtas (la derivación etimológica de la raíz celta wasso- —«joven», «escudero»— a través del latín vassus —«sirviente»— dio origen a la palabra medieval "vasallo") o los magiares (Hétmagyar).En la antigüedad tardía, estas instituciones, mezcladas con la romana, evolucionaron hasta conformar el vasallaje propio del feudalismo medieval.Las modernas ciencias sociales (especialmente la antropología y la sociología -sobre todo la sociología anglosajona de mediados del siglo XX-) utilizaron el término para designar como relaciones patrón-cliente un fenómeno social de validez universal y con muy distintas aplicaciones.
Relieve de un sarcófago del siglo III que representa a las cuatro estaciones ( Horae ) y a otros personajes que esperan a la puerta de la otra vida [ 12 ] ​ de una forma similar a como los clientes esperaban a la puerta de su patrón a primera hora de la mañana.
Anverso y reverso de un sextercio de Nerón.