Giorgio Vasari en sus Vidas de los artistas escribió que Uccello «se complació en investigar los complicados mecanismos y las extrañas obras del arte de la perspectiva»,[1] subrayando su rasgo más distintivo, esto es, el interés, casi obsesivo, por la construcción en perspectiva.
Esta característica, junto con la adhesión al clima del Gótico internacional, hace de Paolo Uccello una figura de límites entre dos mundos figurativos, siguiendo un curso artístico entre los más autónomos del Quattrocento.
Su estilo se describe mejor como idiosincrásico, y no dejó ninguna escuela de seguidores.
Tuvo cierta influencia en el arte del siglo XX (incluyendo el pintor neozelandés Melvin Day) y la crítica literaria ("Vies imaginaires" por Marcel Schwob, "Uccello le poil" por Antonin Artaud y "O Mundo Como Ideia" de Bruno Tolentino).
Uccello nació probablemente en Florencia, aunque se ha señalado también Pratovecchio, de donde era originario su padre Dono di Paolo, en el año 1397.
El estilo narrativo gótico tardío de Ghiberti y composición escultórica influyó en gran medida en Paolo.
En este período nace el uso del sobrenombre "Uccello" debido a la habilidad en su representación de los animales, en particular las aves.
Como los coetáneos Masaccio y Beato Angelico, las primeras obras independientes debieron datarse de los años veinte.
Después pintó dos figuras para Annalena, monasterio de monjas, obra perdida.
En aquel año pintó episodios de la Creación y expulsión para el Claustro Verde (Chiostro Verde) de Santa Maria Novella en Florencia (hoy severamente dañados), probando con ello su madurez artística.
Realizó un San Pedro hoy perdido, y quizá también algunas composiciones en mármol para el pavimento de la basílica.
[8] La obra demuestra, sin embargo, un primer contacto con la novedad, en particular de Masaccio, sobre todo en la inspiración para el cuerpo desnudo de Adán, pesado y monumental, aunque no proporcionado anatómicamente.
[8] En general se manifiesta ya aquella tendencia geometrizante del artista, con las figuras inscritas en cercos y otras formas geométricas, junto con reminiscencias tardogóticas como la insistencia decorativa de los detalles naturalistas.
Recibió su primer encargo monumental en 1436: pintar el retrato ecuestre del capitán inglés John Hawkwood, a quien los florentinos llamaban Giovanni Acuto.
Fue ejecutado en sólo tres meses y firmado con su nombre en la base de la estatua (PAULI UCELLI OPUS).
En estos mismos años, para el claustro del Spedale di San Martino della Scala pintó al fresco un luneto con la Natividad, hoy muy dañada y los depósitos de los Uffizi junto con la sinopia relativa.
Las figuras van empequeñeciendo conforme se alejan, y el arca parece llegar al infinito.
Del año 1452 es la tabla con una Anunciación hoy perdida de la que se conserva la predela con Cristo en piedad entre la Virgen y San Juan evangelista conservada en el Museo de San Marcos en Florencia.
Según Vasari, después «Paulo se entristeció y, sintiendo que este último esfuerzo recibía más desaprobación que elogio, se encerró en su casa, y no tuvo ya valor para salir nunca más de ella».
En edad ya muy avanzada Paolo Uccello fue invitado por Federico de Montefeltro a Urbino, donde estuvo entre 1465 y 1468, implicándose en la decoración del Palacio Ducal.
Según los escritos de Giorgio Vasari, Paolo Ucello, «se entregó a la perspectiva, que lo mantuvo pobre y recluido hasta su muerte.
Así llegó a muy viejo, y sintiendo poca alegría en su vejez, murió...»[9] Su última obra conocida es La caza, h. 1470, que se conserva en el Museo Ashmolean de Oxford.
Con su mente precisa y analítica intentó aplicar un método científico para representar objetos en un espacio tridimensional.
La perspectiva en sus pinturas recibe la influencia de famosos pintores como Piero della Francesca, Alberto Durero y Leonardo da Vinci, por nombrar unos pocos.
Su estilo y su habilidad siguen siendo un misterio pues no se conserva nada de su obra.
[9] Sin embargo, a diferencia de Masaccio, esa perspectiva no le sirve para proporcionar un orden lógico a la composición, dentro de un espacio finito y mensurable, sino más bien para crear escenografías fantásticas y visionarias, en espacios indefinidos.
Su horizonte cultural quedó siempre ligado a la cultura tardogótica, aunque interpretada con originalidad.
Vasari, en sus Vidas alabó la perfección a la que Paolo Uccello había llevado el arte de la perspectiva, pero lo reprochó el haberse dedicado a ello "sin medida", abandonando el estudio de la representación de las figuras humanas y animales, señalando que este «gran pintor florentino, que, dotado de un sofisticado ingenio, se complació en investigar los complicados mecanismos y las extrañas obras del arte de la perspectiva; y a esta tarea tanto tiempo le consagró, que si hubiera dedicado el mismo esfuerzo a las figuras (pese a que las ejecutaba bien) habría conseguido ser aún más único y admirable».