Fue criado desde los nueve años, en Orán (Salta), por un sacerdote, con vistas a que siguiera la carrera eclesiástica pero luego se apartó de la fe religiosa y adaptó el ideario anarquista.
A los veinte años se ganaba la vida como peluquero en el barrio de Boedo en Buenos Aires.
Al regresar a Buenos Aires continuó produciendo obras: El mayor prejuicio (1914), Los invertidos (1915) y El hijo de Agar (1915).
Otras piezas populares que escribió fueron los tangos El circo se va, El Aguacero, Papel picado, A Montmartre, Envidia, Bandoneón, Como te quiero y Qué le importa al mundo, el vals El último vals y la ranchera El bichito del amor.
Pompeya es el escenario que González Castillo describe enumerando clásicos elementos míticos del tango: el callejón, el farolito, el organito, la calle de tierra.
En Silbando (1923), estrenado por Azucena Maizani en el teatro San Martín, la enumeración que describe el escenario alcanza mayor vuelo poético.
Luego la acción en la que con pocas palabras resume una historia dramática: una traición, un nuevo amor, la llegada sigilosa del vengador y el ataque mortal.
González Castillo escribió los libretos de varias películas mudas: Nobleza gaucha (1915), Resaca (1916) y Juan sin ropa (1919).
Tuvo tres hijos: Gema Castillo –después bailarina en el Teatro Colón–, Carlos Hugo y Cátulo.