Silvestre II

Esta estancia en la península ibérica le permitió entrar en contacto con la ciencia del mundo musulmán e iniciarse en el estudio de las matemáticas y la astronomía.

El nuevo arzobispo de Reims traicionó a Hugo aliándose con Carlos, quien había sido aspirante al trono francés.

Juan XV intentó declarar nulo el nombramiento de Gerberto como arzobispo y para ello convocó concilios en Chelles, Aquisgrán y Roma, los cuales, sin embargo, confirmaron a Gerberto como arzobispo, hasta que en un nuevo concilio celebrado en 996 logró su propósito y restituyó a Arnulfo en el arzobispado de Reims.

La primera columna del extremo derecho, contenía las unidades; la segunda, a su izquierda, las decenas; y así sucesivamente.

Además, fabricó una nueva versión del monocordio, un instrumento musical consistente en una caja de resonancia sobre la cual se tensaba una cuerda de longitud variable con la que se medían las vibraciones sonoras y los intervalos musicales.

Estos cálculos le permitieron clasificar las distancias entre las diferentes notas en lo que luego se ha llamado, tonos y semitonos.

Se le conocía como notas tironianas (notæ tironianæ en latín), ya que había sido creada por Marco Tulio Tirón, secretario y escriba del político, orador y filósofo romano Cicerón, en el siglo I a. C., pero había caído en desuso hasta que Silvestre II la redescubrió, se dio por enterado de su importancia, re-adaptándola.

Se dice que Silvestre II hizo un pacto con Satanás, quien a su vez le puso como guardiana a un súcubo o demonio femenino, este demonio se enamoró tan profundamente de sus conocimientos que renunció a la inmortalidad y se hizo mujer y vivió en concubinato con el pontífice.

El pequeño Gerbert, impulsado por la curiosidad, venció su miedo y fue a visitarle.

Cuando Gerbert tenía 12 años, la abadía cercana a su pueblo se transformó en una escuela para los niños.

Un día, unos monjes que iban por el bosque, lo vieron cuando estaba tallando en una rama, un tubo para observar las estrellas (?).

Estos, monjes, quedaron impresionados por la inteligencia de aquel niño y le acogieron para que estudiara en la abadía.

Sin embargo, ya durante el Renacimiento se fue más condescendiente con la figura de Silvestre II.

Todas estas especulaciones forman una leyenda en torno a esta figura sobresaliente.

En el palacio del califato, accedió a su biblioteca —una de las más grandes del mundo antiguo— donde se cree que se mantenían más de 600,000 volúmenes, pues el califa Abd el-Rahman y sus hijos nunca dejaron de adquirir y copiar obras en Bagdad, El Cairo y Alejandría.

En Córdoba conoció a sabios cristianos de Navarra, Castilla, León y Barcelona que iban para aprender con los profesores árabes.

Entre ambos construyeron esferas, astrolabios, planetarios, instrumentos musicales, e incluso relojes hidráulicos, parecidos a los que el Papa había visto en Córdoba y que cada hora dejaban caer una esfera de metal.

Estatua de Silvestre II en Aurillac, Francia.
Silvestre II y el diablo en una ilustración de 1460.