La nueva dinastía permanecería en el trono francés durante los siguientes ocho siglos.
Sin embargo, Arnulfo traicionó a Hugo y se pasó al bando de su tío Carlos con el apoyo del Papa, que se negó a deponerlo al considerar que tanto la investidura como la deposición de los obispos era una prerrogativa que le incumbía únicamente a él.
Juan XV intentó entonces anular la destitución de Arnulfo convocando en 993 un concilio que celebrado en Chelles resultó contrario a las pretensiones papales y confirmó la derogación.
[1] Anteriormente, el culto a los santos había sido local y espontáneo.
Su exilio duró poco, ya que pidió apoyo al emperador Otón III a cambio de la coronación imperial.