Como conjunto, las esferas se consideran únicas en el mundo por su número, tamaño, perfección, formación de esquemas organizados y abstracción ajena a modelos naturales.
Su gran valor radica en que se hicieron bajo condiciones tecnológicas y sociales consideradas muy difíciles en la actualidad.
Luego, en 1522, el conquistador Gil González Dávila, junto a su piloto Andrés Niño, navegaron desde el golfo de Chiriquí hasta el mismo delta del río Diquís.
Con un grupo de exploradores, Gil González marchó por tierra hasta la zona conocida hoy con el nombre de Palmar, no sin antes tomar por asalto la villa del cacique Coto ubicada en las cercanías del río que hoy lleva su nombre.
Las esferas de piedra fueron descubiertas en 1939, cuando la compañía bananera estadounidense United Fruit Company empezó a deforestar aquellos territorios para cultivar banano.
[9] El Exministro de Agricultura, Bruce Masís, recopiló objetos arqueológicos de la zona, que hoy se conocen como Colección Bruce Masís y además fue parte del equipo gubernamental que junto al presidente José Figueres decretaron la creación del Museo Nacional en el antiguo Cuartel Bellavista, como símbolo de la abolición del ejército.
Las actividades generaron una gran cobertura mediática y controvertidas opiniones de expertos, arqueólogos, antropólogos, políticos, artistas, arquitectos, comunicadores, líderes comunales e indígenas, funcionarios, etc., que involucraron a la sociedad en general y a la comunidad en particular.
Para noviembre del 2012 el país ya había entregado los documentos requeridos por la Unesco para formalizar la denominación buscada.
La esfera se reconoce como la figura geométrica que representa los ticos, por sus "igualiticas" e infinitas caras y radios.
El motivo de la esfera ha sido recuperado por artistas costarricenses contemporáneos, principalmente escultores, como Jorge Jiménez Deredia, Ibo Bonilla, Domingo Ramos y José Sancho, entre otros.
Una de las hipótesis, elaborada mediante reconstrucción etnohistórica, apunta a un significado mítico religioso, asocia las esferas con el dios del trueno Tlachque y los dioses del viento y los huracanes (serkes) de la mitología talamanqueña.
Estos enfoques esotéricos han sido tratados en múltiples libros como los del escritor suizo de best sellers Erich von Däniken, el escritor español de ciencia ficción Juan José Benítez y el antropólogo estonio Ivar Zapp con el libro “Atlantis in America: Navigators of the Ancient World”.
[22] La hipótesis más reciente fue elaborada por Melissa Rudin Hernández, arquitecta costarricense quien desarrolló una investigación basada en la cosmovisión de las culturas indígenas.