Si bien el emergentismo como postura filosófica presenta innumerables antecedentes históricos, no será hasta finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX cuando el concepto de emergencia se desarrolle explícitamente como tal, dando lugar a un prolongado y sofisticado debate filosófico.
John Stuart Mill esbozó su versión del emergentismo en su obra A system of Logic (1843), donde estableció la distinción entre leyes homopáticas y heteropáticas: Sería un alumno suyo, George Henry Lewes, quien por primera vez acuñaría el término emergente para referirse, precisamente, a los efectos heteropáticos.
Por ejemplo, Paul Dirac ha afirmado que toda la química está, en principio, contenida en la ecuación de Schrödinger.
[2][3] En 1920 surge la corriente de los emergentistas británicos, que sientan las bases del debate moderno (McLaughlin, 1992).
Broad defiende que solo hay dos opciones coherentes para el científico: el mecanicismo o el emergentismo.
El emergentista, en cambio, aunque coincide en la existencia de una última y única sustancia física, considera que esta materia se organiza en niveles caracterizados por propiedades específicas no reducibles a los niveles inferiores.
El marcado carácter reduccionista y anti-metafísico de esta escuela filosófica buscaba eliminar toda referencia a conceptos metafísicos.
Además, el concepto se aplica a ámbitos del conocimiento tan diferentes como la psicología o la termodinámica.
Las simulaciones por ordenador (que hacen uso del cálculo numérico para realizar un estudio cualitativo del comportamiento) se utilizan para «naturalizar» estos sistemas y estudiarlos científicamente sin reducirlos a agregados de sus componentes.
Collier y Muller, 1999), la novedad o la impredecibilidad supone un criterio demasiado débil para la emergencia.
Que algo sea novedoso o impredecible es una propiedad relacional entre el observador y el fenómeno observado (algo puede resultar novedoso la primera vez pero absolutamente predecible después de familiarizarse con el fenómeno).
Por otro lado, podemos entender la impredecibilidad a través de la teoría del caos determinista.
Sin embargo, el problema radica en la imposibilidad de decir algo sobre la realidad si no es presuponiendo un aparato teórico y la dificultad de distinguir, en última instancia, entre qué propiedades son epistemológicas y cuáles ontológicas.
Este es el tipo de emergencia definido por Paul Teller y Andy Clark.
Cuando la variable colectiva incluye elementos tanto internos como externos al sistema, estamos ante un fenómeno de emergencia interactiva (Hendrick-Jansen, 1996).
Sin duda, el fenómeno emergente que más literatura ha producido es el de la mente y la consciencia.