La Cegua (del náhuatl, cihuatl, mujer),[1][2] también conocida como Segua o Tzegua, es un personaje de las leyendas mexicanas y centroamericanas.
Originalmente, el término cihuacóatl designaba a una diosa nahua que representaba la fecunda Madre Tierra, la cual era conocida por muchos nombres.
Según la leyenda, la Cegua es un ser monstruoso que se aparece de noche por caminos solitarios a los hombres mujeriegos que viajan solos, generalmente a caballo (o en automóvil o motocicleta, en relatos más modernos), bajo la forma de una hermosa muchacha.
Se afirma que aquellos que al montar a la doncella han tenido malas intenciones mueren todos y se los encuentra tendidos con los ojos abiertos y saltados; los otros quedan inútiles para toda la vida.
Existen también un par de historias donde la Cegua se presenta no como una mujer, sino como un niño que llora a la vera del camino o cerca de un río, y cuando el jinete lo levanta y lo sube al caballo para calmarlo, se da la horrible transformación.
Un día, esta bellísima muchacha recibió una invitación de un acaudalado y buen mozo español para asistir a un baile, a lo cual su madre se opuso, pues él era reconocido por sus atributos de conquistador y poco formal con las muchachas.
La madre la observaba y lloraba en silencio, ante la actitud de su hija, pero a la joven no le bastó con insultar, sino que en un momento dado levantó su mano para abofetearla.
Cuando el hombre por fin intenta besarla, ocurre la metamorfosis convirtiéndose su cabeza en una de mula o caballo.
Ya que el olor potente que producen, la Cegua deja de perseguir a su víctima y pretende comer las semillas, pero como sus manos se convirtieron en cascos de caballo, vomita su alma al no poder hacerlo; así la víctima se salva.
En Nicaragua, en tanto, es frecuente mencionar en las historias no una, sino varias ceguas, que podrían incluso cooperar entre ellas para atrapar una víctima.
Además de eso, el resto de su cuerpo se transforma: su piernas se vuelven tan largas y robustas como las patas traseras de un caballo, sus pies se hacen más grandes y lo mismo ocurre con sus brazos, dándole a ella una gran fuerza física y velocidad, que le asegurarán no dejar escapar a su víctima.
El espectro se apodera del hombre y le muerde la mejilla dejándole la marca de picaflor e infiel.
En otras versiones, al ser un espectro que aparece solo a los varones que viajan solitarios, la mejor forma de eludirla sería ir acompañado o bien, si se debe andar solo, cargar con alguna reliquia religiosa como el escapulario del Carmen o el Detente.