Sin embargo, la contaminación y el agotamiento de estas reservas obligó a situarlas cada vez más lejos, lo que implicaba tener que llevar el agua hasta la ciudad.
Suministraban el agua a las fuentes públicas, siendo los míticos aguadores quienes la distribuían por los domicilios.
Estos viajes continuaron en uso hasta la mitad del xix, pero el método, según pasó el tiempo, se vio insuficiente, creando un grave problema para los ciudadanos.
Solo algunos palacios y conventos tenían fuentes o pozos en sus propios recintos.
Aunque se hicieron diversos proyectos para abastecer de agua a la capital desde mediados del xviii, no es hasta 1848, cuando fue definitivamente aprobada la memoria de un proyecto provisional del abastecimiento a Madrid.
El ministro Juan Bravo Murillo decidió personalmente abordar la causa con urgencia.
Así las cosas, mediante una Real Orden, el 10 de marzo de 1848 nombró a los ingenieros Juan Rafo y Juan de Ribera Piferrer que estudiasen los proyectos planteados anteriormente por Barra y Cortijo y propusieran el que creyesen más acertado.
Lejos de decantarse por uno, Rafo y Ribera presentaron una propuesta alternativa que apostaba por traer las aguas del río Lozoya hasta la capital.
Se habrían encontrado cinco mil pesetas entre las pertenencias del cadáver.
[14][15] Las investigaciones venían produciéndose desde 2016 e incluían grabaciones a González con el exministro de Trabajo Eduardo Zaplana.
El agua con la que se abastece la región de Madrid ya tiene, en su origen, una excelente calidad.