Su participación en la Segunda Guerra Mundial, que destacó por su colaboracionismo con la Alemania nazi, le costó la pena de muerte al finalizar el conflicto.
[4] Se adhirió a los socialistas en 1903,[5] siguiendo las doctrinas de Georges Sorel, aunque Laval siempre postuló que su socialismo era más «emotivo que racional» y no le interesaban las discusiones teóricas sobre filosofía o política.
[4] En la década de 1925-1935, fue ministro once veces y presidió el Gobierno en cuatro ocasiones.
[8] En 1927 se postuló al Senado, ya como adversario del Cartel des Gauches (Coalición de Izquierdas).
[8] En política su posición era cercana a la Aristide Briand, con el que compartió el deseo de mejorar las relaciones franco-alemanas, André Tardieu y Raymond Poincaré, conservadores.
Directo en el trato y con gran confianza en sí mismo, carecía de experiencia diplomática, y no logró resolver las sucesivas crisis internacionales a las que tuvo que enfrentarse.
[8] En 1931 sus negociaciones con el presidente estadounidense Herbert Hoover y el canciller alemán Heinrich Brüning no consiguieron atajar la Gran Depresión; en 1935, sus contactos con Mussolini, en los que pareció acceder a la invasión italiana de Etiopía, suscitaron un gran escándalo.
[12] Laval obtuvo el puesto e ingresó en el gabinete el 27 de junio, como vicepresidente del Gobierno.
Pronto fue evidente para los nazis la inexistencia de otro líder político semejante a Laval y dotado de similar eficacia en manejos administrativos, en tanto Darlan mostraba una abierta hostilidad contra Gran Bretaña y la URSS pero evitaba una colaboración total con los nazis en el grado que ansiaba Hitler.
En mayo de 1945 las tropas estadounidenses toman Sigmaringen y advierten que los franceses capturados allí serían entregados a la Francia Libre.
Laval mantuvo su inocencia y antes de las sesiones del tribunal parecía convencido de que podría retomar su carrera política tras ser absuelto, si es que el juicio se desarrollaba con imparcialidad.
No obstante, esta esperanza desapareció en Laval cuando el propio jurado acusatorio, establecido según la ley penal francesa, estallaba en furia y lo atacaba a gritos como culpable en medio de las sesiones, pidiendo inclusive el fusilamiento para el acusado, al punto que, en la audiencia del 6 de octubre, un jurado le increpó que «Francia ya lo había juzgado».
Esa táctica no funcionó y el 9 de octubre, en ausencia, Laval fue condenado a muerte por traición.