Durante esos años, se ve obligado a asumir la función presidencial, lo que le deja muy poco margen de maniobra para intervenir en el debate político.
Ve crecer la amenaza alemana y apoya las propuestas de reforma.
En 1936, opuesto al Frente Popular, acepta sin embargo nombrar a Léon Blum, jefe de la mayoría parlamentaria, como presidente del Consejo.
Sin embargo, siguiendo la corriente mayoritaria, se ve obligado a llamar al mariscal Philippe Pétain a la presidencia del Consejo y le pone sobre aviso, en vano, contra la nefasta influencia de Pierre Laval.
Mantenido bajo vigilancia domiciliaria por los italianos, estos últimos, al momento de abandonar la región, le aconsejan infructuosamente irse, ya que los alemanes les van a reemplazar.
En 1945, solicita en vano ser quien transmita el poder a las nuevas autoridades, en tanto que presidente electo de la República con mandato hasta 1946, y fallece en 1950.