Georg Lukács

[1]​ Desde su adolescencia Lukács mostró un gran interés por la literatura y una notable capacidad para la crítica; en 1904 fundó en Budapest, junto con Sándor Hevesi y Lázlo Bánoczy, el Teatro “Thalía”, que tomó como modelo el Teatro libro berlinés.

La dedicatoria del estudio es para su primera mujer, Jeljena Andrejevna Grabenko, de la cual se separaría pronto.

En este artículo se muestra muchísimo más cercano a las tesis de Luxemburgo.

Lukács se retractó, y durante toda su vida intentaría mostrarse como buen leninista.

Su fama intelectual era tal que en noviembre apareció un manifiesto en favor de su liberación, firmado por Heinrich y Thomas Mann, Richard Beer-Hofmann, Richard Dehmel, Paul Ernst, Bruno Franck, Maximilian Harden, Alfred Kerr.

Thomas Mann fue todavía más lejos y en 1929 escribió una carta abierta al canciller federal austríaco, Ignaz Seipel, solicitando asilo político para Lukács.

[12]​ Estas tesis proponían una plataforma radical-democrática, con ello se abandonaba la “dictadura del proletariado” en el sentido bolchevique.

Jenő Landler, el aliado más poderoso de Lukács había muerto, así que decidió abandonar en 1929 definitivamente toda actividad política y publicó una Autocrítica a sus textos.

Se convierte en colaborador científico del Instituto Marx-Engels donde puede estudiar a fondo los Manuscritos económico-filosóficos de Marx todavía inéditos.

Se cree que sus años en Moscú debieron ser muy solitarios y algo incomunicados.

[16]​ Durante este periodo, con base en documentación desclasificada tras la disolución de la Unión Soviética, podría haber intervenido en las depuraciones estalinistas.

El breve texto de profundo calado Sobre la esencia y forma del Ensayo, que data de 1911, se publica por primera vez como pórtico al volumen El alma y las formas.

Se trata de un ensayo que constituye la genial teoría del género del Ensayo, es decir una Poética, la primera y más importante sobre este género decisivo de la cultura moderna.

Como texto emblemático de la primera época del autor, es en consecuencia un escrito anterior a su adscripción marxista.

[22]​ Según Sara Sefchovich, este libro representó un rompimiento con todos los esquemas anteriores del análisis literario.

Durante su estancia en Moscú elabora la mayor parte de su teoría estética y literaria.

Aquí se gesta la teoría del gran realismo, dónde reúne los elementos que había manejado en su teoría de la literatura: la totalidad, la forma, el contenido, la esencia, la apariencia, las mediaciones, etc., con los nuevos integrantes de la política cultural: la representación realista, e l tipo, la función educativa del arte y el partidismo.

En 1957, Lukács vuelve a Hungría, ya había sido expulsado del partido y no volverá hasta 1969.

En este período se consagra a sus trabajos de ética y estética.

Lukács procede a recuperar en esta obra la dimensión hegeliana del pensamiento de Marx.

Lukács propone una teoría genuinamente dialéctica que quitaba toda base a la polémica entre materialistas e idealistas.

La solución no radica en optar por una u otra, sino en trascender el campo de la disputa, cosa que puede hacerse tratando, al igual que el propio Marx, la práctica como unión concreta de pensamiento y realidad.

Para el hombre es una necesidad básica sentirse a sí mismo un todo; una necesidad cada vez más urgente cuando la división del trabajo separa sus facultades y separa a unos hombres de otros.

Así, vemos que la totalidad se aplica tanto a la importancia histórica del contenido como a la forma artística, aunque la significación histórica solamente es conformada por la forma y el estilo de la obra.

[36]​ Lukács convierte a la dialéctica en la categoría fundamental del proceso histórico y al mismo tiempo en un instrumento metodológico.

El método dialéctico es aquel que penetra más allá de la superficie de los datos estadísticos y entidades separadas para llegar a la totalidad y a las contradicciones que forman su esencia.

El realismo no es un estilo entre muchos sino que está en la base de toda literatura.

Califica de formalista la concepción lukacsiana, en la cual la revolución burguesa continuaba siendo un modelo clásico.

[39]​ Lukács no quiere excluir lo contradictorio del mecanismo general de su teoría figurativa del arte, sino que pretende superarlo, armonizando la esencia y el fenómeno, como buen discípulo de Hegel.