El viaje contó con tres etapas: Amán (Jordania), Belén (Palestina) y Jerusalén (Israel).
En ocasión de su visita al papa Francisco en la Ciudad del Vaticano en septiembre de 2013, el rabino Abraham Skorka ya había comentado que esperaba viajar con él a Tierra Santa y recorrer juntos Jerusalén y Belén,[2] tema del que se había conversado en un encuentro conjunto con el periodista Henrique Cymerman en junio de ese año.
[16] Ya en 1979, en ocasión de su visita a Demetrio I de Constantinopla en su residencia patriarcal del Fanar, en Estambul, enclave cristiano en esa ciudad musulmana, Juan Pablo II había marcado su carácter ecuménico al expresar: «La pregunta que debemos hacernos no es tanto si podemos restablecer la unidad cuanto si tenemos derecho a permanecer separados».
[20][21] El papa invitó a los rabinos y al líder islámico a hacer el viaje con él para enviar lo que Federico Lombardi llamó «una señal extremadamente fuerte y explícita» sobre la importancia del diálogo interreligioso en esa región,[22] caracterizada por conflictos bélicos, políticos y religiosos.
[24] Entre las personalidades presentes destacó el patriarca Bartolomé I de Constantinopla, con quien Francisco se reunió en varias oportunidades.
[35][Nota 5] En tal sentido, y sin contradecir el carácter «estrictamente religioso» señalado por Francisco para ese viaje apostólico,[36] se lo considera asimismo un viaje intenso marcado por gestos simbólicos y desafíos diplomáticos,[35] un viaje de inevitable impacto político,[31][37] que despertó expectativas de nivel directamente proporcional a la dimensión del liderazgo que Francisco construyó durante su primer año de pontificado.
[5] El cronograma incluyó 14 discursos,[32] que Francisco pronunció en ocasión de diferentes encuentros, celebraciones litúrgicas, ceremonias y visitas.
[8] Tanto Abás como Peres confirmaron en ese mismo día que se encontrarían con Francisco en la Ciudad del Vaticano para rezar juntos por la paz.
[3] A lo anterior se agregó un gesto simbólico de importancia cuando, de camino a la plaza del pesebre en Belén, y en un hecho no previsto en el cronograma oficial, el pontífice descendió del automóvil que lo trasladaba, y rezó ante el muro de separación erigido por Israel y que aísla a Cisjordania.
Francisco estuvo cinco minutos en silencio, tocó su cabeza frente al muro y, sin decir ninguna palabra, continuó su trayecto.
En Jerusalén, el papa Francisco se descalzó en la explanada de las Mezquitas.
Visitó la mezquita de Al-Aqsa, tercer lugar más sagrado del islam.
Acompañado por Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, y Shimon Peres, presidente de Israel, visitó el museo del holocausto Yad Vashem, donde brindó un discurso en homenaje a las víctimas del genocidio nazi.
Esta pregunta contiene todo el dolor del Padre que ha perdido a su hijo.[...]
", aquí, ante la tragedia inconmensurable del Holocausto, resuena como una voz que se pierde en un abismo sin fondo… Hombre, ¿quién eres?
Hoy volvemos a escuchar aquí la voz de Dios: "Adán, ¿dónde estás?"
A ti, Señor Dios nuestro, la justicia; nosotros llevamos la deshonra en el rostro, la vergüenza (cf.
En la sala del Cenáculo se celebró la misa con los ordinarios de Tierra Santa.