Tsimtsum

Las luces divinas tienen una intensidad desmesurada en relación con la capacidad del Keli (recipiente) que son las Sefirot de los Igulim (en círculos concéntricos), hay entonces una rotura de los receptáculos que no pueden contener esta luz intensa.

Es cierto que la presencia divina de la Shejiná más tarde se reveló nuevamente, por ejemplo, comenzando con Abraham Avinu y luego con Moisés.

Aunque este es un método para no ceder ante un ego excesivamente impetuoso, obviamente de esta manera uno renuncia a una parte de uno mismo, pero esto es necesario para evitar que la impureza pueda tomar fuerza y extenderse aún más; la enseñanza que se extrae de ella es una vez más la firmeza en la propia fe, incluso cuando sus objetivos espirituales son negados o retenidos.

Para la Jassidut, el Tsimtsum es casi un proceso continuo, tanto colectivamente como para cada ser con fe; esto significa que la bondad de Dios se manifiesta continuamente casi como si Él renunciara a sí mismo por las criaturas y la Creación, aunque sea Perfecto y Eterno, o Ain Sof.

El tsimtsum, por lo tanto, surgió del espacio dejado por Dios: uno podría preguntarse cómo es posible que Dios, inmutable y perfecto, haya contraído su propia existencia; aunque en realidad dejó el espacio para llevar a cabo la creación del mundo, su omnipresencia no cambió.

En el judaísmo, a veces incluso un error en el aprendizaje puede ser la causa de una acción errónea: por ejemplo, se presta atención al estudio de la Torá, sin dejar nunca dudas que puedan conducir a un error en la interpretación de los textos sagrados; en la religión judía, tal falta corresponde a una transgresión, así en el razonamiento.

La tristeza y la depresión no existen realmente en la religión judía: quizás la Teshuvá incluye sufrimiento, pero esto es algo diferente, la esperanza nunca falla en ningún judío, de lo contrario la fuerza de la fe para Teshuvá sería imposible.

La fe en Dios es la fuerte intención de la voluntad cuyo deseo de Dios es recompensado inmensamente, con bendición, paz, días largos y esa alegría equilibrada donde el conocimiento y la inteligencia viva aumentan aún más su vigor beneficioso.

En el ámbito interior religioso y espiritual esto corresponde a las fases que se alternan en el crecimiento del devoto judío y significa por tanto que, más allá de la teshuvá con la contrición y la posterior alegría realizada, el ser humano convive continuamente con la conciencia de tener que alcanzar necesariamente la perfección espiritual del alma y del cuerpo, en la identidad propia de la fe en el Dios único, perfecto más allá de toda perfección.

(Fausto Bertinotti), lo cual es algo con asombro para el propio pueblo judío: ¡por tanto, pacificación entre civilizaciones!

Con las diversas monarquías, siempre ha ido muy bien con el pueblo judío, incluso con los de la fe musulmana como vemos hoy.