[1][2] La felicidad, el placer y la gratitud están estrechamente relacionados con la alegría, pero no son idénticos a ella.[3] En la filosofía antigua, la alegría se compara con el término «μανια» ("delirio" o "locura"), comentado en el Fedro de Platón, como presencia de lo divino como flujo transformador y energizante; concepto relacionado con el entusiasmo («ενθουσιασμός») que afecta al espectador ‘bueno o bello’, aún más allá del sentimiento.[cita requerida] Ya en el mundo romano, Cicerón da una definición más cercana al significado actual: «la alegría es un estado del alma que, confrontado con la posesión de un bien, no pierde su serenidad».El francés Henri Bergson presenta la alegría como signo de logro, éxito o como conclusión, que da significado a la existencia humana.[7] Con el dasein de Heidegger, el hombre recupera su libertad inalienable al anticipar su propia muerte y la confrontación con la nada que implica (ver su Being and Time).