Los movimientos separatistas comúnmente emplean métodos estrictamente pacíficos y dentro de la legalidad constitucional.
El separatismo también puede tomar la forma de una reacción violenta a un golpe militar pasado, respondiendo con el empleo del terrorismo.
Su estrategia de guerrilla puede degenerar en guerras civiles, tal y como ocurriera en Chechenia.
Sin embargo muy pocos países son conscientes de su potencial divisibilidad [cita requerida][3].
Igualmente, una sensación de ineficacia política y una desventaja (o ventaja) económica desempeñan un papel importante.
Bohemia y Moravia, las regiones de la futura República Checa, deseaban experimentar con la idea del libre mercado.
Quebec también supone un ejemplo de cómo la marginación política puede derivar en ambiciones separatistas.
El rechazo a este statu quo culminó con la creación de los primeros grupos separatistas en los años 1960 y 70.
Los motivos euroescépticos que llevaron a tal situación fueron sobre la supuesta pérdida de soberanía, el debilitamiento del Estado-nación, el supuesto déficit democrático en las instituciones comunitarias y el factor económico, siendo este último el principal motivo promovido por los partidos euroescépticos.
Con respecto al sentimiento separatista vasco, alrededor de los años 70, surgieron una serie de movimientos a favor de lograr el separatismo por medios armados, incluyendo el terrorismo, como la organización terrorista ETA o su antigua rama política ETA-PM, ese grupo terrorista, ETA, no opera medios armados en la actualidad.
El separatismo de la Italia septentrional no solo tiene raíces económicas, sino también lingüísticas y culturales.
Esta idea independentista nace al lograr convertir los antiguos reinos en provincias autónomas ante las cortes de Cádiz.
Los grupos religiosos cuyos miembros creen que no deberían interactuar con nadie excepto con sus correligionarios tienden a quebrarse y formar sectas.