Un retrato (del latín retractus) es una pintura o efigie principalmente de una persona.
Por esta razón, en fotografía un retrato no es generalmente una simple foto, sino una imagen compuesta de la persona en una posición quieta.
En realidad, el retrato no es una mera reproducción mecánica de los rasgos (como una máscara de cera modelada sobre el rostro), sino que entra en juego, para definirse como tal, la sensibilidad del artista, que interpreta los rasgos según su gusto y las características del arte del tiempo en que opera.
La presencia o ausencia del retrato fisonómico en determinadas civilizaciones (aun contando con medios artísticos suficientes para producirlos) no es una simple cuestión de gusto hacia una u otra forma artística, sino que intervinieron condiciones mentales e ideológicas particulares que se reflejaban en el desarrollo y las condiciones de la sociedad en la que operaron los artistas.
Un segundo estadio del retrato es el que, si bien la representación aún no se parece al sujeto individual, están presentes una serie de elementos que circunscriben la representación genérica a una cierta categoría de individuos, facilitando la identificación (por ejemplo, atributos particulares, descripción del vestuario, objetos relacionados con el sujeto o su clase social, etc.): el retrato «tipológico», a menudo acompañado de la inscripción del nombre.
Respecto a la representación de los rasgos somáticos, durante la época del Renacimiento, en Inglaterra, las personas que encargaban tumbas para sí o para sus familias comenzaron a pedir retratos exactos de los difuntos.
[3] Respecto a la expresión psicológica del individuo, el último paso fue el de fijar en la efigie un juicio moral sobre la persona retratada, eligiendo una actitud particular que fijar, un gesto, una expresión.
Los cráneos humanos encontrados en Jericó, donde los rasgos se recrean con yeso y los ojos con conchitas, manifiestan la voluntad de reconstruir la persona del difunto, pero son retratos plenamente intencionales, en cuanto que están ligados a esquemas del todo genéricos, a pesar del auxilio de la estructura ósea subyacente.
Durante la tardía dinastía saíta (663-525 a. C.) se produce una nueva vuelta al retrato verídico, pero es una adecuación fisonómica superficial, ligada más al virtuosismo técnico que a la presencia de valores que expresar.
Tras la conquista griega el retrato egipcio perdió las características propias para entrar en la corriente helenística.
el retrato griego tiene como punto de partida el ámbito religioso, pero a diferencia de las civilizaciones orientales, los griegos no tenían intermediarios con la divinidad, sino una relación directa y humana.
El retrato tuvo así una importante función social, tanto esculpido, a través de bustos o cabezas, como pintado.
Tuvo notable difusión el retrato de busto hasta las espaldas, sobre todo en Florencia (Mino da Fiesole, Andrea del Verrocchio) y en Nápoles (Francesco Laurana).
Los donantes además están presentados a la figura divina (la Virgen, Jesucristo) por el santo patrón de su nombre como intermediario.
Los retratos sobre medallas o medallones se hicieron populares recuperando modelos antiguos desde principios del siglo XIV, como los de Pisanello.
En esta época circularon con frecuencia pequeños retratos miniados o pintados, que difundían las imágenes entre las cortes, a menudo con intereses matrimoniales.
Casi todos los grandes maestros se dedicaron al retrato (Piero della Francesca, Antonello da Messina, Sandro Botticelli, Leonardo da Vinci, Tiziano, Rafael...) con la notable excepción de Miguel Ángel que no reprodujo efigies realistas de personajes, salvo, quizá, y con intenciones denigratorias, en el Juicio Final.
En él se alcanzó un extraordinario efecto psicológico, como en las mejores obras de Ticiano.
En este mismo período se difunde la práctica del autorretrato, primero como elemento en un cuadro de grupo (a este respecto, Leon Battista Alberti aconsejó a los artistas retratarse mirando al espectador), luego también como sujeto independiente (desde la segunda mitad del siglo XVI).
Los primeros autorretratos del arte occidental aparecieron durante el Renacimiento, cuando los artistas pintaban su propia cara entre la muchedumbre, en origen en escenas narrativas.
Henri Matisse simplificó la línea y los colores para darles toda su fuerza expresiva.
Pablo Picasso realizó numerosos retratos, de estilo cubista en las que el modelo es apenas reconocible.
Los retratos fotográficos son una actividad comercial que florece por todo el mundo.
Willian Shew con su Salón de Daguerrotipos, Roger Fenton con su caravana fotográfica, o Mathes Brady con su carromato What-is-it?
Un retrato escrito a menudo da una visión profunda y ofrece una análisis que excede lo superficial.
En este caso, los retratos y autorretratos pueden construirse a través de tiempos diferentes.
Ejemplo de retrato: "En verdad, el aspecto externo de Momo era un poco extraño y tal vez podía asustar algo a la gente que da mucha importancia al aseo y al orden.
Era pequeña y bastante flaca, de modo que ni con la mejor voluntad se podía decir si tenía ocho años o ya doce.
Tenía el pelo muy ensortijado, negro como la pez, y parecía no haberse enfrentado nunca a un peine o unas tijeras.