El retrato helenístico es uno de los más importantes desarrollos del arte griego antiguo.
[2] La técnica del retrato helenístico fue atribuida por Plinio el Viejo a Lisístrato de Sición, hermano de Lisipo, quien habría por primera vez sacado sobre su propio rostro un molde en yeso que luego, pasado a cera, retocó hasta obtener la mayor perfección en el parecido, que se podía pasar al bronce.
[3] Las obras así creadas tenían tanto corrección formal como compositiva según el gusto helenístico, que aceptaba los aspectos característicos de los cuerpos de hombres y mujeres, niños y ancianos reales, que nunca tienen todos los rasgos de la "belleza ideal" clásica, incluyendo las imperfecciones y deformidades o los rasgos inmaduros o seniles.
[5] Sus obras, muy reproducidas e imitadas, están en la base del modelo de retrato de soberano "inspirado", que no se limitó a la época helenística, sino que pervivió en la época moderna.
Tras la época de Lisipo, en los siglos III, II y I a. C., se dio un amplísimo desarrollo del retrato fisonómico griego, que no se limitó a gobernantes y hombres particularmente ilustres, sino también a simples particulares: en el helenismo el arte se había puesto a disposición del individuo y ya no exclusivamente de la comunidad.