Bartolomé de Carranza

La rivalidad entre estos dos teólogos se inicia en un acto académico del curso 1532-1533, en la que ambos ya dejaron marcadas de forma irreductible sus posiciones.

Los resultados prácticos de estos esfuerzos fueron realmente pocos, debido a la pronta muerte de la reina y del cardenal Pole en 1558.

En esa época redacta su famoso Comentarios sobre el catecismo romano, que será la causa de su declive posterior, imprimiéndolo en Amberes en 1558.

Como premio a su trabajo Felipe II lo propone para suceder a Juan Martínez Silíceo como arzobispo de Toledo, sede primada del Imperio español.

Por encargo del monarca ejerce la función de consejero del Imperio en Flandes, cuando ya el emperador Carlos V se había retirado enfermo a Yuste.

Hay testimonios sobre el año escaso en que pudo actuar como obispo: “Después que tomó la posesión del Arzobispado, es cosa averiguada que gastó los 80.000 ducados en redimir cautivos, en casar huérfanas, sustentar viudas honradas, dar estudio en las Universidades a estudiantes pobres, en sacar presos de las cárceles y dar a los hospitales”.

Fue conducido a la cárcel de la Inquisición en Valladolid, donde da comienzo su proceso, largamente demorado a causa de la conveniencia del rey Felipe II, quien, mientras quedase descubierta la vacante del Arzobispado de Toledo, cobraba las pingües ganancias del mismo.

[1]​ Fue su proceso largo, complejo y notorio, tanto por la calidad del acusado como por las circunstancias en que se desarrolló.

Los árbitros del conflicto dieron por buena la recusación y nombraron como nuevo juez a Gaspar de Zúñiga.

El mismo Papa asiste a docenas de sesiones del proceso y decide dictar sentencia a favor de Carranza.

Gracias a su brillante defensa, Carranza fue finalmente absuelto, poco antes de morir.

Gregorio XIII, como reparación por su confusa sentencia, redactó el epitafio que se puso sobre su tumba: “Bartolomé Carranza, navarro, dominico, Arzobispo de Toledo, Primado de las Españas, varón ilustre por su linaje, por su vida, por su doctrina, por su predicación y por sus limosnas; de ánimo modesto en los acontecimientos prósperos y ecuánime en los adversos”.

Retrato del arzobispo Bartolomé de Carranza por Luis de Carvajal , 1578. Catedral de Toledo , Sala Capitular.