Se quedó huérfano siendo muy joven y bajo la tutela de un tío suyo aprendió a leer y a escribir.
(En la actualidad el convento es una casa de labores agrícolas; la iglesia se arruinó totalmente).
Sus superiores le ordenaron que obedeciese el requerimiento y fue así como llegó al sitio en calidad de obrero mayor, en julio de 1562.
En Villacastín existen algunos recuerdos de este ilustre aparejador del siglo XVI: un busto que se exhibe en el Ayuntamiento, una calle que lleva su nombre, el nombre del colegio del pueblo y un monolito erigido a su memoria que se puede ver a la izquierda de la carretera de Madrid.
El Centro Segoviano de Madrid otorga el "Premio Fray Antonio de Villacastín" a la Arquitectura y Rehabilitación del Patrimonio.