En su origen, el término aparejador era la denominación de un oficio medieval dedicado, principalmente, al cimbrado y descimbrado de elementos auxiliares, desarrollándose en edificaciones monumentales, bajo la subordinación del arquitecto.
Paralelamente existían otras profesiones en edificación, como el maestro de obras.
Esta situación cambiará radicalmente sólo un año después en favor del arquitecto.
Sin embargo, las atribuciones que les corresponden no se fijan hasta 1902, 1905 y 1912.
El término aparejador sigue siendo empleado por parte de la sociedad en la actualidad, aunque la profesión regulada de Aparejador como tal ya no existe, sino que fue sustituida en el ordenamiento legal por la figura del Arquitecto técnico y, en el plano académico, por la figura del Graduado en Edificación En la actualidad existe un conflicto derivado del Proceso de Bolonia, por el cual algunos colegios profesionales ajenos a la Arquitectura técnica recurrieron judicialmente la denominación oficial de grado en ingeniería de la edificación.
Cabe destacar también el aseguramiento, mediante el cual los aparejadores cubren riesgos de responsabilidad civil profesional.
Los colegios también tienen entres sus funciones ser intermediarios entre la profesión y la sociedad, asesorando a las administraciones públicas, dando a conocer la profesión, e incluso haciendo de intermediarios para captar trabajos para los profesionales.
Cada Colegio representa a la profesión en su demarcación territorial, mientras que el Consejo General de Colegios Oficiales de Aparejadores y Arquitectos Técnicos (CGATE) es quien lo hace a nivel nacional o internacional.