Las figuras que habitualmente se asocian al grupo son Gonzalo Contreras, Alberto Fuguet, Arturo Fontaine Talavera, Carlos Franz, Ana María del Río,[1] Carlos Cerda, Darío Oses, Marco Antonio de la Parra, José Leandro Urbina, Sergio Gómez, Pablo Azócar, entre otros.
La nueva narrativa no constituye un movimiento formado en torno a un manifiesto común.
Sin embargo, los unen algunos criterios estéticos compartidos, aunque nadie ha sido capaz de señalar con verdadera precisión cuáles serían estos.
Por otra parte, en los círculos más sofisticados intelectualmente se cultivaba la novela experimental, en la línea del nouveau roman de Alain Robbe-Grillet, por ejemplo.
El crítico David Gallagher[3] en su artículo Creating a new Chile (Creando un nuevo Chile), sostiene que estos autores “no están jugando para una galería internacional y no están obligados, por lo tanto, a desplegar estereotipos acerca de lo que Chile debería o no debería ser.”[4] Se trata de un fenómeno surgido en Chile y sin el aval del éxito en el extranjero.
En Mala onda el protagonista “no se rebela por la gruesa banalidad de la invasiva cultura de masas norteamericana sino porque la réplica no se parece suficientemente al original”.
El primer encuentro amoroso con Teresa ocurre en un cementerio… Dice Gallagher que aunque la novela es breve se siente larga como una obra mayor por la sugerente sordidez del mundo que crea.
Si, como lector, uno ha estado recién entre intelectuales que discuten 'el concepto de ficción', uno está más alerta cuando es llevado a la sala del directorio.
[7] La sutil ironía implícita en el relato es lo que le da filo a la novela y la aparta por completo de lo documental.
[8] “Oír su voz ofrece algo bastante raro en la literatura: un cuadro auténtico, no prejuiciado del mundo de los negocios” y “el sexo es descrito con un gozo escaso en la lengua española, particularmente en Chile, donde la prosa del Opus Dei es más común”, gozo cuya extrema intensidad está ligada, sin embargo, a la culpa, escribe Gallagher para el que este obra es indudablemente la “estrella de las nuevas novelas chilenas”.
[9] Casi todos estos narradores han leído literatura europea y norteamericana, en especial anglosajona.
Aparte de los maestros latinoamericanos como Borges, Cortázar, Rulfo, Onetti, Vargas Llosa, Fuentes, Donoso, Puig, entre otros, estos escritores han leído con especial cuidado a Vladimir Nabokov, Philip Roth, V.S.
Naipaul, Julian Barnes, Martin Amis, Bret Easton Ellis, Ian McEwan, Raymond Carver, Hanif Kureishi, J.M.Coetzee.
El estilo varía bastante de un autor a otro, pero se busca una prosa convincente, clara, directa.
En los relatos de Gente al acecho, Jaime Collyer cultiva un estilo irónico, divertido, y siempre ágil.
Analizando la obra de Fuguet, el académico Luis E. Cárcamo afirma que “en su narrativa, la velocidad con que se superponen los ambientes y la presencia frecuente de diálogos rápidos, en frases breves y/o ligeras, constituyen las condiciones retóricas que le permiten desterritorializar, descontextualizar y diluir las referencias de sus escenarios narrativos.
Como ha sostenido el crítico Julio Ortega, “Irónicamente, hoy como ayer, la novela que delata esa fractura de la fábrica social y de la racionalidad política, es al mismo tiempo el discurso que busca sostener la dispersión del sentido”.
“El drama que plantea 'Morir en Berlín' es entonces poder encontrarles a estas figuras, a nosotros, a este mundo una patria que no es otra que la patria del lenguaje.” Y en Oír su voz, de Fontaine, el lector imagina los quiebres y conflictos y exclusiones que se producen al interior del nuevo mundo del capitalismo, sobre todo en materias de moral y religión.
Con ella la experiencia se vuelve legible y de algún modo, expiatoria”, escribió Gonzalo Contreras.
Más tarde se sumó el poeta y crítico Antonio Cussen, con frecuencia aparecía allí Jorge Edwards y a veces se dejaba caer el poeta Erik Pohlhamer.
En mesas vecinas del mismo restorán se encontraban pintores y artistas visuales como Gonzalo Díaz, Nuri González, Bororo, Samy Benmayor, Pablo Domínguez, Matías Pinto d'Aguiar, Benito Rojo y Hernán Puelma, entre otros.
A poca distancia está el teatro La Comedia, del Ictus, de modo que también llegan actores como Delfina Guzmán, Nissim Sharim, Carla Cristi, Julio Jung.
“Fue en 1997, en Santiago, en la Plaza del Mulato Gil -una placita chueca, medio escondida, donde trastabilla la bohemia chilena sin esperanzas-,” escribirá Franz años después.
Los escritores chilenos, en general, se alejaron tanto del experimentalismo estilo Nouveau Roman como de ese realismo mágico de segunda mano que era lo que predominaba cuando apareció la Nueva Narrativa.
La crítica ha resaltado, en particular en sus cuentos, el oficio de Collyer, su tono irónico, su inteligente sentido del humor y su notable imaginación.
De ella dijo Tomás Eloy Martínez que “como en toda gran novela, lo que importa… no es tanto el horizonte histórico o político donde sucede la tragedia -aunque ese horizonte sea determinante, imprescindible-, sino las pasiones que en él se desatan y que corresponden a cualquier época, a cualquier lugar, a la entraña misma de la condición humana.”[21] La novela Almuerzo de vampiros fue editada por Alfaguara el 2007.