[2] El origen de esta loza se halla en la cerámica califal andalusí, que ya presentaba esta bicromía verde y morada (o color manganeso), con una engalba blanca a la que se añadía un vidriado de estaño.
La decoración evidencia la influencia mudéjar, con tendencia al horror vacui, con motivos geométricos, vegetales, animales (reales y fantásticos), figuras humanas —en escenas generalmente de tono satírico o moralizante—, etc.[3] Entre los siglos xv y xvi fue frecuente un tipo de decoración monocroma en azul, quizá por influencia de la loza de Paterna, que se daba tanto en vajillas como en azulejos, con dibujos realizados «a trepa», es decir, con plantilla.
Aquí presenta un mudejarismo menos marcado, con mayor presencia de temas humanos y religiosos.
Las piezas más características presentan un motivo central figurado y bordeado con un tipo de festones llamados uña.
También son frecuentes en esta centuria platos con un fondo de puntos o trazos elaborados con pincel peine, sobre el que se representan figuras ataviadas con trajes de la época.
[6] Entre los siglos xvii y xviii destacó la loza en azul y blanco, tanto en vajilla doméstica como en otros recipientes como los botes de farmacia, típicos de este período.
También en esta época se dio un tipo de loza monocroma en tonos verdes, azules y anaranjados, con motivos ornamentales más elaborados.
[8] Estas representaciones derivaban de las auques (aleluyas) típicas catalanas, con un trasfondo netamente popular.