Sus obras más conocidas son Peñas arriba, De tal palo tal astilla, La puchera y, especialmente, Sotileza, que le dieron gran reconocimiento, lo cual dio lugar a que ya en 1872 fuese nombrado correspondiente de la Real Academia Española.
A los once años, en 1843, fue ya alumno del instituto en el que también estudiaron Menéndez Pelayo, Gregorio Marañón y Gerardo Diego.
En esa época escribió La fortuna en un sombrero (1854), comedia que no se llegó a publicar.
Al aparecer en Santander el diario La Abeja Montañesa decidió salir de su marasmo e iniciar una carrera periodística.
Allí publicó sin firma o, sobre todo, con el seudónimo Paredes, críticas teatrales y esbozos costumbristas.
En 1864 había aparecido ya su primera obra notable, Escenas montañesas, que le convirtió en una celebridad local.
El año anterior se había constituido la junta provincial del partido, de la que era presidente su amigo Fernando Fernández de Velasco, vicepresidente su hermano Manuel Bernabé Pereda y vocal el propio novelista.
Sus ideas carlistas, sin embargo, no le impiden hacer amistad con escritores de ideología contraria, como Galdós y Leopoldo Alas «Clarín».
Sobre su experiencia política escribió la novela corta Los hombres de pro, incluida en su libro Bocetos al temple (1876).
Sus novelas estaban ambientadas casi siempre en La Montaña, salvo Pedro Sánchez (sin duda su obra menos verbosa, pero más movida y galdosiana, ambientada en Madrid) y presentaban como tema central la exaltación e idealización de las costumbres del pueblo frente a las urbanas.
Pereda utilizó esta variante lingüística para caracterizar a sus personajes según su ámbito social, entorno rural o urbano, profesión, entre otros factores.