Los jardines se caracterizan por salvar un pronunciado desnivel, provocado por el barranco existente entre el palacio y las riberas del río Manzanares.
Fueron trazados en 1844 por el arquitecto Narciso Pascual y Colomer, quien ideó un conjunto formalista, si bien las obras de ajardinamiento no pudieron llevarse a cabo hasta finales del siglo XIX.
[1] Estas corrieron a cargo de Ramón Oliva, que alteró el concepto original mediante un planteamiento romántico.
Supuestamente, había acampado junto con sus tropas en el sitio donde actualmente se emplaza el conjunto ajardinado.
Los primeros intentos surgieron en tiempos de Felipe II (1527-1598), quien encargó un proyecto para salvar el desnivel existente entre el Real Alcázar, en cuyo solar fue erigido el palacio actual, y la hondonada del río Manzanares.
Posteriormente, Felipe IV (1605-1665), que utilizaba el lugar con fines cinegéticos, ordenó inicialmente la plantación de diferentes especies arbóreas, mayoritariamente olmos.
Es el caso de los proyectos promovidos por los reyes Felipe V (1683-1746) y Carlos III (1716-1788), encargados a diferentes arquitectos del palacio (Juan Bautista Sachetti, Francisco Sabatini y Ventura Rodríguez), así como al jardinero español Esteban Boutelou.
Ésta no sólo salvaba la fuerte pendiente, sino que realzaba la panorámica de la fachada occidental del edificio.
En 1898 fueron levantadas dentro del recinto distintas casas de madera, hechas en estilo tirolés.
Durante la guerra civil española (1936-1939) debido a la cercanía con el frente madrileño, el Campo del Moro sufrió importantes daños.
Se debe a Narciso Pascual y Colomer, quien concibió un gran paseo que, siguiendo la dirección este-oeste, comunicara directamente el palacio Real con las riberas del río Manzanares.
También hay numerosos caminos semiocultos, rutas alternativas y atajos, en la línea de los gustos paisajísticos del romanticismo.
Sigue una dirección norte-sur y se cruza con las praderas de las Vistas del Sol.
El paseo de los Plátanos, llamado así por la especie vegetal que domina su recorrido, ejemplifica el modelo romántico expuesto anteriormente.
Muchos de estos elementos se sitúan en enclaves recónditos, siguiendo las pautas paisajísticas románticas.
En el Campo del Moro habitan numerosas aves, integradas por especies características de los parques, como el pavo real, el faisán, la tórtola y la paloma.