El corcho posee cualidades únicas e inigualables que ningún ingenio humano ha logrado imitar o mejorar: El sector del corcho español se concentra principalmente en tres comunidades autónomas: Andalucía, Extremadura y Cataluña.
Entre los países americanos, destacan Argentina, Chile y los Estados Unidos, que representan un 10% del total exportado.
Entre nueve y catorce años después, según la zona, se produce el segundo descorche, del cual se obtiene un material llamado «corcho secundario» que cuenta con una estructura regular menos dura pero aún no es válido para la producción de tapones.
Todas las planchas se apilan siguiendo reglas propias y muy restrictivas (definidas por el Código Internacional de Prácticas Corcheras - CIPR[3]), para que el corcho logre una estabilización óptima.
Otra aplicación frecuente del corcho es la producción de paneles con fines acústicos o decorativos, que en ocasiones se colocan sobre las paredes, a modo de carteleras donde se fijan notas, avisos u otros objetos livianos mediante chinchetas.
Al igual que los tapones, este tipo de paneles se fabricaban originalmente con corcho natural; y aunque actualmente se los produce también con fibras plásticas o de celulosa, u otros materiales textiles, siguen denominándose a veces como «corchos».
También es usado como aislante en la construcción tanto en su versión de planchas aglomeradas mediante colas fenólicas, en planchas comprimidas y tratadas a altas temperaturas y granulado para confección de morteros aligerados.
Su adecuada gestión aporta, además, valiosos servicios ambientales como la protección contra el cambio climático.
Dada la larga vida del material, el CO2 queda depositado en los productos de corcho durante mucho tiempo.
Por lo tanto, se trata de una industria que ayuda a retener el cambio climático.