La influencia romana continuó gracias a una serie de reyes filorromanos hasta que, en el 37 d. C., un candidato apoyado por los partos, Orodes, ascendió al trono.
Finalmente, en el 54 d. C., Radamisto huyó a la corte de su padre en Iberia, y Tiridates recuperó Armenia.
[12] Al principio, los romanos esperaron resolver la crisis mediante la diplomacia: tanto Corbulón como Ummidio Quadrato, gobernador de Siria, enviaron embajadas a Vologases, proponiendo que enviase rehenes, como era habitual en las negociaciones para asegurar la buena fe de las partes.
[17] La tensión aumentaba y finalmente, a comienzos de la primavera del 58, estalló la guerra.
Sin embargo, la maniobra fracasó y las tropas que se retiraban extendieron el pánico entre las guarniciones de otros fuertes.
[19] Tras haber instruido al ejército durante dos años, Corbulón, a pesar de este revés, estaba listo para comenzar la campaña.
Dado que Tiridates evitaba toda batalla campal, Corbulón dividió sus fuerzas para poder atacar varios lugares a la vez; al mismo tiempo, ordenó a sus aliados, el rey Antíoco IV de Comagene y Farasmanes I de Iberia, que corriesen Armenia desde sus reinos.
Además, forjó una alianza con los moscos, una tribu que vivía en el noroeste de Armenia.
[22] Tiridates recurrió entonces a una táctica que había funcionado bien un siglo antes contra Marco Antonio: envió fuerzas a hostigar las líneas de abastecimiento del ejército romano, que cruzaban las montañas hasta Trebisonda en la costa del mar Negro.
[24] Corbulón y sus lugartenientes lograron tomar al asalto tres de estos fuertes —entre ellos Volandum (posiblemente el moderno Iğdır), «el más inexpugnable de toda la provincia», según Tácito— en un solo día, con poquísimas bajas, y pasó por las armas a las guarniciones.
[26] Por la noche, Tiridates retiró su ejército y abandonó la capital; sus habitantes se rindieron de inmediato y pudieron dejarla con permiso romano, antes de que los conquistadores la incendiasen, ya que no contaban con suficientes fuerzas como para establecer en ella una guarnición.
Durante el avance, se descubrió y frustró una confabulación para asesinar a Corbulón.
En ella respaldó públicamente a Tiridates como rey de Armenia y lo coronó con una diadema.
Tigranes había acumulado víveres y la ciudad estaba bien defendida, con una guarnición conjunta romano-armenia.
[36] El asalto parto fracasó y los defensores infligieron numerosas bajas a los sitiadores al realizar una salida contra estos.
[39] En cualquier caso, se pactó una tregua y los partos enviaron una embajada a Roma.
Las negociaciones entre los dos imperios, no obstante, fracasaron y la guerra se reanudó en la primavera del 62.
[41] El número de soldados desplegado por los romanos contra los partos era, en cualquier caso, grande: las seis legiones por sí solas agrupaban ya unos treinta mil hombres.
Debido a esto, los partos cambiaron de planes y decidieron centrarse en Armenia.
[45] Allí Peto había dispersado sus fuerzas y concedido largos permisos a sus oficiales, de modo que la acometida parta lo cogió por sorpresa.
[46] No obstante, cuando llegaron las peticiones de auxilio, reaccionó prontamente y avanzó con medio ejército sirio, llevando consigo abundantes provisiones cargadas en camellos.
Pronto se encontró con soldados dispersos el ejército de Peto, a los que encuadró en su columna.
Tácito señala agriamente que se «colocaron trofeos y arcos para celebrar la guerra con Partia en el centro de la colina del Capitolio» por orden del Senado, incluso antes de que terminasen las hostilidades, dando por hecha la victoria.
Para los armenios, este sitio representaba su fuerza, a la que debían la victoria anterior; Corbulón, por su parte, lo aceptó porque esperaba borrar el infeliz recuerdo, bien mediante la conclusión de la paz, bien con nuevos triunfos si se reanudaba la guerra.
El día fijado, Tiridates y Corbulón, cada uno acompañado por veinte jinetes, se encontraron a medio camino entre los dos ejércitos.
[60] Nerón consideró el acuerdo una gran hazaña: saludado como imperator, celebró un triunfo, a pesar de no haber obtenido ganancia territorial alguna, y de que la paz reflejaba un pacto con concesiones mutuas más que una clara victoria romana.
[63][64] En los primeros años, sin embargo, ambos bandos respetaron la paz firmada por Nerón, incluso cuando los romanos tuvieron que emplear el grueso de sus fuerzas en Oriente en aplastar la gran revuelta judía.
Por esto y por la participación de su yerno Lucio Annio Viniciano en una fallida confabulación contra el emperador en 66, este comenzó a sospechar del militar.
[67][68] La guerra también demostró a los romanos que el sistema defensivo de Oriente, diseñado por Augusto, no era ya adecuado.