Se desencadenó cuando sir Theophilus Shepstone anexionó Transvaal (la Unión Sudafricana) al Reino Unido en 1877.
Los bóeres protestaron ante el hecho consumado y, en diciembre de 1880, estalló una revuelta.
Los bóeres vestían sus ropajes de granjero cotidianos, fabricados en paño de color caqui, mientras que los uniformes británicos seguían siendo rojo escarlata, algo que llamaba notablemente la atención en el paisaje africano y que permitió a los bóeres, expertos francotiradores, hostigar fácilmente a las tropas británicas a distancia.
Los extranjeros superaron rápidamente en número a los bóeres de Witwatersrand, aunque en general siguieron siendo una minoría en Transvaal.
Los afrikáner (colonos neerlandeses), nerviosos y resentidos por la presencia de los extranjeros, se negaron a reconocerles derechos electorales e impusieron pesadas cargas fiscales sobre la industria del oro.
En 1895 Cecil Rhodes promovió un golpe de Estado respaldado por una incursión armada conocida como Jameson Raid que no tuvo éxito.
Convencidos de que los bóeres serían derrotados rápidamente, intentaron provocar una guerra.
En septiembre de 1899, Chamberlain presentó un ultimátum por el que exigía igualdad legal para los ciudadanos británicos residentes en Transvaal.
La segunda guerra bóer (en inglés: [Second] Boer War, [Second] Anglo-Boer War y South African War, y en afrikáans: Tweede Vryheidsoorlog, Tweede Boereoorlog, Anglo-Boereoorlog o Engelse oorlog —'segunda guerra de liberación', 'segunda guerra bóer', 'guerra anglo-bóer' y 'guerra inglesa', respectivamente—) fue un conflicto que se declaró el 11 de octubre de 1899.
A continuación, se produjeron varios éxitos militares de los afrikáneres contra el tremendamente incompetente general Redvers Buller.
El asedio se cobró un alto precio entre los soldados defensores y los civiles de estas ciudades tan pronto como los alimentos empezaron a escasear tras varias semanas.
En Mafeking, Sol Plaatje escribió: «Era la primera vez que se comió carne de caballo».
El pánico cundió entre los habitantes, quienes se abalanzaron sobre las minas durante doce horas.
Gatacre optó por atacar las posiciones de los bóeres del Estado Libre de Orange, para lo que tuvo que escalar una escarpada montaña rocosa en la que perdió 135 hombres, entre muertos y heridos, así como dos cañones, y más de 600 soldados fueron hechos prisioneros.
Combinando artillería y sus experimentados fusileros, los bóeres rechazaron todos los intentos británicos de cruzar el río.
Esta batalla concluyó las operaciones militares formales y dio paso a una nueva fase de la guerra.
Aunque habían sido vencidos en el campo de batalla, los bóeres se negaron a aceptar la derrota.
Los guerrilleros bóeres empezaron a atacar los ferrocarriles y tendidos telegráficos del ejército británico en todo Transvaal, el Estado Libre de Orange e incluso dentro de la Colonia del Cabo.
El alambre, del que pendían campanas, latas, bengalas e incluso rifles cargados, solía extenderse entre los bloques, a unos 900 metros de distancia, y hacían las veces de alarmas.
Esta política condujo a la destrucción de 30 000 granjas y 40 pequeñas ciudades.
Estas nuevas tácticas pronto desmoralizaron y entorpecieron los suministros de los resistentes bóeres.
Los campos de concentración (concentration camps en inglés y konsentrasiekampe en afrikáans) habían sido originalmente concebidos para los refugiados cuyas granjas habían sido destruidas durante las batallas, y el término «campo de concentración» no tenía entonces el significado negativo actual, puesto que no era más que un campo donde se concentraban los refugiados.