Federico Kauffmann Doig

[1]​ Su padre era un inmigrante alemán, que llegó al Perú después de la Primera Guerra Mundial y que frecuentó entre la costa piurana y la ceja de la selva norte, intentando prosperar en el negocio del café.

Al cumplir diez años de edad, fue enviado a Lima, donde ya estaba instalada su familia materna.

[6]​[10]​ Terminado sus estudios escolares en 1947, emprendió un viaje aventurero a la selva, llegando hasta Moyobamba.

[6]​ Orientado por su padre, en 1949 ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos para estudiar arqueología.

Tenía ya el propósito determinado de estudiar las ruinas arqueológicas que había visto en sus recorridos por la selva del Amazonas, como Kuelap y otras más.

Luego obtuvo el grado de doctor en Arqueología en 1955 con su estudio sobre las Influencias inca en la arquitectura virreinal.

[9]​ Posteriormente, recibió tres doctorados honoris causa, que le fueron conferidos por universidades de su país y del extranjero.

[12]​ Como profesor visitante, dictó un curso sobre Arqueología Andina en la Universidad de Bonn (1968-1969 y 1974-1975).

En esta última fue director del Instituto de Investigaciones Arqueológicas, Históricas y Etnográficas.

[10]​ Favorecido por una beca de la Fundación Guggenheim (1964-1965), efectuó excavaciones arqueológicas en Estados Unidos y México.

[16]​ Kauffmann reformuló posteriormente su teoría, sumándose al planteamiento de Donald W. Lathrap y otros autores, que sostenían que el origen de la alta cultura en América habría estado en la costa del actual Ecuador, donde se desarrolló la cultura Valdivia, hacia el 3000a.C.

De la costa ecuatorial se habría expandido tanto a Mesoamérica como al Perú.

En 1981 planteó una nueva teoría, llamada teoría ecologista, según la cual, dicho desarrollo civilizatorio se habría dado a consecuencia del desequilibrio producido por el permanente crecimiento de la población y la escasez de suelos aptos para el cultivo, sumado a los efectos devastadores del fenómeno de El Niño.

Este desequilibrio habría impulsado el surgimiento de logros culturales, como la organización política y religiosa, las técnicas agrícolas, el arte iconográfico y simbólico, cuyo objetivo primordial sería vencer la escasez de alimentos.

[9]​ Sin embargo, considera que no es apropiado llamar civilización a Caral, discrepando así con los conclusiones de Ruth Shady.