El arte es intencionalmente difícil de interpretar y comprender, ya que solo estaba destinado a ser leído por los sumos sacerdotes del culto Chavín, quienes podían comprender los diseños intrincadamente complejos y sagrados.
Sin embargo, la cerámica no parece representar las mismas características estilísticas que se encuentran en las esculturas.
[7] El arte de Chavín decora las paredes del templo e incluye tallas, esculturas y alfarería.
Hay tres artefactos importantes que son los principales ejemplos del arte Chavín: el obelisco Tello, las cabezas clavas y el Lanzón.
El Obelísco Tello es un eje rectangular vertical con una muesca en forma de escalón en la parte superior.
En la costa, según Julio C. Tello: Otro tejido encontrado en Ica es la tela pintada donde se observan los personajes religiosos de la cultura chavín que, según algunos arqueólogos, sería un catecismo destinado a difundir el culto religioso de aquella cultura.
El ser antropomorfo representado lleva la mano derecha alzada y la izquierda apoyada en el muslo.
Posiblemente era la principal divinidad del Templo Viejo de Chavín de Huántar y al parecer es similar al dios representado en la estela Raimondi (la principal diferencia con este es que no lleva báculos).
[16] En 1919 el arqueólogo Julio C. Tello fue el primero en estudiarlo científicamente, resaltando su importancia, por lo que fue bautizado con su nombre.
[17][18] La función que cumplía es motivo de controversia entre quienes lo estudian desde su descubrimiento y hasta el presente.
Representa a un dios con rasgos felínicos con los brazos extendidos sosteniendo en cada mano una vara o báculo.
Este monolito recibe su nombre como homenaje al naturalista italiano Antonio Raimondi (1824-1890), quien impulsó su traslado a Lima para su estudio y conservación (1874).
Todas cuentan con una estructura alargada en su parte posterior, con la que eran insertadas en los muros del templo principal o castillo de Chavín.
Este fragmento sugiere que existían cuatro estelas con esta misma representación: dos en el cuadrante noreste y dos en el cuadrante sureste, todas mirando hacia la escalera que lleva a la galería del Lanzón de Chavín.
La arquitectura externa se refiere a plazas, montículos de plataforma y terrazas.
[27] Se realizaron modificaciones durante todas las etapas de la construcción para mantener el acceso a la arquitectura interna del sitio.
[29] Hubo un gran interés en mantener el acceso a la arquitectura interna y los elementos sagrados del sitio.
[29] La inclusión de un crecimiento lateral y asimétrico permitió que estos elementos sagrados permanecieran visibles, incluido el Lanzón.
La Galería del Lanzón se creó a partir de una estructura independiente anterior que luego se transformó en un espacio interno con techo de piedra al construir a su alrededor.
[27] En general, las galerías siguen patrones de construcción, lo que indica un esfuerzo masivo en diseño y planificación.
[29] Se sabe que las galerías no tienen ventanas y sí callejones sin salida, curvas cerradas y cambios en la altura del piso, todo lo cual fue diseñado para desorientar a la gente que camina por ellas.
Hubo ubicaciones centradas de escaleras, entradas y patios, todos los cuales fueron consistentemente prominentes.
El granito y la piedra caliza con vetas negras fueron las materias primas utilizadas en casi todo el arte lítico grabado en el sitio.
[32] Algunos antropólogos han sugerido, que esta lengua podría haber estado emparentada con el idioma protoquechua, razonando que las lenguas quechuas tienen una morfología y una sintaxis altamente regular comparadas con otras lenguas cercanas, lo cual podría haber sido el resultado de un proceso de criollización o estandarización, al haberse formado una lingua franca que comunicara la región.
[33] Aunque existen dudas sobre esta teoría, Alfredo Torero sitúa el protoquechua en los primeros siglos del I milenio, que es un período mucho más tardío que los orígenes de la cultura chavín.
Estos avances técnicos impulsaron el desarrollo económico y condujeron a la construcción de muchos centros ceremoniales.
El uso de sustancias alucinógenas para fines religiosos era común según los hallazgos arqueológicos encontrados.
Comparando con otras iconografías contemporáneas y posteriores, Federico Kauffmann Doig sostiene que la divinidad representada en los monolitos de Chavín es básicamente un ser híbrido: mitad hombre con boca atigrada y mitad ave de rapiña, al cual ha denominado piscoruna-pumapasim (en quechua: ‘hombre-ave con boca atigrada’).
Este «felino volador» estaría relacionado con el culto al agua, de tanta importancia en las civilizaciones agrícolas del Perú antiguo.