Descubierta en Chavín de Huántar, fue bautizada como Estela de Raimondi en homenaje al naturalista y geógrafo italiano Antonio Raimondi, que impulsó su traslado a Lima para su estudio y conservación.
La figura se asemeja al dios Wiracocha retratado en la Puerta del Sol de la cultura Tiahuanaco ya que también sujeta dos varas, báculos o bastones.
Según José Toribio Polo, la estela fue descubierta hacia 1840 por Timoteo Espinoza, vecino del pueblo de Chavín, cuando removía un campo cercano al Templo o Castillo.
Encontró la estela abandonada en un patio, y al igual que Raimondi, vislumbró su importancia arqueológica.
[8] En 1881 se salvó fortuitamente del pillaje de las tropas chilenas que ocuparon Lima.
[2][14] John Rowe destacó también la similitud con la deidad tiahuanaco y lo denominó como el Dios de los báculos.
[15] Otro célebre arqueólogo, el alemán Max Uhle, consideró que las expresiones iconográficas del monolito derivan del estilo nazca e interpretó a la figura como un felino-hombre, de cuya cabeza se desprende una escolopendra o tal vez un milpiés con sus patas estilizadas en forma de bastones o culebras.
Kauffmann ha denominado a esta divinidad como Piscoruna-Pumapasimi (en quechua: hombre ave con boca atigrada).
Este «felino volador» estaría relacionado con el culto al agua y la invocación a la fertilidad, de tanta importancia en las civilizaciones agrícolas del Perú antiguo.
También una divinidad con atributos similares se halla representada en la cerámica Pucará, hacia el 100 a. C., y posteriormente en la Portada del Sol de Tiahuanaco.