[2] De Guadalajara partieron a Valparaíso, Chile, donde nació otro hijo, Henrique, en 1857.[2] Francisca, cariñosamente llamada Fanny, y se quedó en México bajo la tutela de su padrino, el Sr.[3] Diferente de los hermanos, Félix no tuvo una carrera artística brasileña consolidada.[1] En 1865, viajando por la Región Sur, el Emperador D. Pedro II conoció a los hermanos Bernardelli en Porto Alegre, y los invitó a vivir y estudiar en Río de Janeiro.[1] Tras finalizar el curso, viajó a Roma, Italia donde desarrolló sus conocimientos musicales y profundizó sus estudios artísticos en la Corte.Félix permaneció en Europa durante ocho años,[9] donde, junto a sus hermanos, contribuyó al sustento del músico brasileño Alberto Nepomuceno.[9] En 1895, Bernardelli abandonó Europa y partió hacia Guadalajara por segunda vez.[9] La última década del siglo XIX fue problemática para la vida artística en Guadalajara, ya que no existía una institución formal dedicada a las artes visuales.Además, la sociedad artística reclamó, en el período, al gobernador Luis del Carmen Curiel hizo la promesa de fundar la academia de artes plásticas "Atenas Mexicana".[3] En 1896, el pintor Felipe S. Gutiérrez organizó una exposición con más de cien cuadros, de artistas como Felipe Castro, Carlos Villaseñor, Roberto López Portillo y Rojas, y el Dr. Atl.Fue durante este mismo período que el artista expandió su obra ar resto de México y Estados Unidos.[9] En el taller de Félix Bernardelli se pudo aprender a realizar dibujos escultóricos, desnudos, acuarelas y pinturas al aire libre, lo que dotó a la academia de un aspecto diversificado.[2] La flexibilidad para lidiar con métodos plurales permitió a Bernardelli trabajar con naturalidad en dibujos de muros y paisajes al aire libre, con técnicas que van desde la pintura al óleo, la acuarela -que era desconocida en México hasta la llegada de Félix-[3] lápices en materiales como lienzo, cartón, madera o papel.[2] Lo natural también estuvo presente en los desnudos realizados por el artista, en los que se representaron poses más ligeras, además de una producción de dibujos sobre los cuerpos más original y menos estereotipada.La diversidad utilizada para construir el arte se extendió a sus alumnos y luego narrada cronológicamente por la exposición “Félix Bernardelli y su taller”, que tuvo lugar en 1996 en el Museo de San Carlos.[2] Los temas exóticos, ibéricos y musulmanes también fueron introducidos por el pintor a finales del siglo XIX.Bernardelli narra una escena en la que una niña de mejillas rosadas deja de barrer la casa, para sentarse en una silla que está colocada frente a una ventana.
De izquierda a derecha:
Angelina Agostini
(hija de Angelo Agostini, entonces 5 años), madre de Bernardelli, una dama desconocida, hijo de Angelo Agostini, Angelo Agostini, Félix Bernardelli y
Eliseu Visconti
-
París
- 1893.