Expedición de García Jofre de Loaísa

Pero la solitaria nao, al verlos venir, viró y emprendió la huida, por lo que Loaisa, viendo que no se le podía dar alcance, da la orden de regresar al rumbo.El patache Santiago, al ser más ligero, pudo dar alcance a la nao y comprobar que era portuguesa.Cuando volvían, se encontraron al capitán Rodrigo de Acuña que, al mando de la San Gabriel, hizo disparar un tiro y mandó a los portugueses que se dieran por prisioneros, ordenándoles amainar las velas.Desde este punto la flotilla zarpó aprovechando los Alisios con destino al Brasil, cuyas costas avistaron el 19 de noviembre.Debido a ello esta nao continuó su rumbo sola, quedando las demás en búsqueda de la capitana, pero pasaron los días y no se encontró a la una, y se perdió el rastro de la otra, por lo que las cinco restantes decidieron poner rumbo al sur, en dirección al río de la Santa Cruz, como había estipulado Loaísa.Al volver la calma se enviaron unos botes para recoger a los tripulantes que se habían salvado y, asimismo, para que el propio Elcano, conocedor de la travesía, pudiera guiar a las naos restantes en el cruce de aquel temido paraje.Urdaneta refiere que «Nuestro Señor, aunque con mucho trabajo nos dio gracia para subir».Pero al encender el fuego, por un descuido, una ráfaga de viento llevó una brasa hasta un frasco de pólvora, el cual estalló y quemó a Urdaneta, quien escribe: «Me quemé todo, que me hizo olvidar todos los trabajos y peligros pasados».El 23 de enero encontraron al patache Santiago en la desembocadura del Río Gallegos, y allí estaban.Loaísa, sorprendido de ello, mandó al patache que se acercara a tierra y así recibieron nuevos ánimos, embarcándose unos cuantos, para que el resto quedara de guardia protegiendo los materiales rescatados del naufragio.Entretanto, Elcano, con las tres naos restantes, se preparaba para el paso del Estrecho, y mandó lanzar las anclas a unas cinco leguas de su verdadera entrada.El 25 quedó por fin reunida la expedición al abrigo del cabo de las Once Mil Vírgenes.Cuando esto sucedió, se encontraban embarcados en la Parral tanto Elcano como Urdaneta que, junto al patache, buscan un buen refugio en un arroyo, donde las naos quedan a merced del fuerte viento del sudoeste.Pero Elcano, siempre atento, descubrió en la angostura un sitio mejor por ser un abrigo natural, logrando meter allí a su nao y el patache.La nao salió de la boca del Estrecho haciendo oídos sordos a las órdenes que se le daban.Se ordenó a Rodrigo de Acuña que con su nao fuera a buscar al patache para trasmitirle la orden, ya que de lo contrario se podría perder.Aparte de esto, se construyó un batel para la Santa María del Parral y la San Lesmes.Pero al llegar los hombres a tierra, los indios los atacaron con flechas, defendiendo aquellos enseres con su propia vida.El 6 de mayo, en las cercanías del puerto de San Juan, la expedición se vio obligada a correr otro temporal logrando no sin esfuerzos el arribar al mencionado puerto.Estando ya fondeados, comenzó a caer nieve y después de ello Urdaneta escribe: «No había ropas que nos pudieran calentar».Seis días después de entrar en la inmensidad del océano Pacífico, el 2 de junio, la escuadra se encontró con otro temporal que deshizo la expedición, puesto que desde las cofas no se advertía a bajel alguno a la vista.Estando ya a unas ciento cincuenta leguas del cabo Deseado, la tempestad se convirtió en casi un huracán, lo que todavía contribuyó más al alejamiento de las naos.Los abordó un grupo de indígenas, totalmente desnudos, con una facilidad que asustó a los tripulantes.Así, ese mismo día, 15 de septiembre, en presencia del escribano general, todos fueron pasando y dejando su papel con el nombre del elegido; según Urdaneta: «Y así todos votaron los unos por el dicho Martín Iñiguez de Zarquizano y los otros por el dicho Hernando de Bustamante».Intentó conversar con ellos Gonzalo de Vigo, pero el lenguaje era distinto, por lo que recurrieron a la mímica.Mientras se negociaba, los españoles advirtieron que los nativos estaban intentando cortar las amarras de la chalupa.Los nativos, temiendo las armas de los españoles, cesaron en la persecución y nadie resultó perjudicado.Pero Zarquizano, recordando que algo parecido le ocurrió a Magallanes y para evitar caer en la misma trampa se negó.A su llegada sus habitantes se les vinieron encima con sus canoas, confundiéndolos con portugueses; Urdaneta dice: «Nos vinieron a ver cientos de indios y hablándonos en portugués, de lo que nos holgamos mucho...».Pero, al parecer, el mayor daño lo sufría el buque al disparar sus propias piezas de artillería, por lo que quedó inservible para ser aparejado y volverse a hacer a la mar.
Mapamundi francés de 1536.
Juan Sebastián de Elcano
Reconstrucción de una nao portuguesa
«La armada de Loaisa arriba a la isla desierta de San Mateo». Litografía de Vicente Urrabieta en ''Historia de la Marina Real Española'' (1849-1854)
Mapa del área del estrecho de Magallanes
Última página del Diario de Viaje redactado por Urdaneta
Amanecer en el estrecho de Magallanes
Atardecer en el estrecho de Magallanes
El monte Apo , en la costa meridional de Mindanao
Moluccæ Insulæ Celeberrimæ . Mapa de Blaeu de las Molucas, que apareció por primera vez en 1630 en el Atlantis Appendix . Fue el primer mapa detallado en gran escala de las islas de las especias , en ese momento ya neerlandesas.