Los primeros cronistas, o historiadores de Indias, señalan todos de forma unánime y sin ninguna duda a Vicente Yáñez Pinzón como descubridor del Brasil.En los años 1520, ya el padre Ángel Ortega (1871-1933) advertía que había que tener cuidado con las crónicas, y se refería especialmente a la del milanés, pues su confusión de los hechos en el último viaje se estaba transmitiendo a muchos historiadores.Que lo saben, etc. porque iban en el viaje en que dicho Vicente Yáñez fue el primero en descubrir, etc. [Cristóbal de Vega y Diego de Alfaro] Contestaron a la misma pregunta en Sevilla:Pero quizás esto era demasiado claro, demasiado simple, y, como se suele decir, solo se pueden escribir diez folios sobre las certezas y mil sobre las dudas.Sin embargo, Pinzón distinguió claramente al mencionar sus descubrimientos entre el cabo de la Consolación y Rostro Hermoso, lo mismo que también los distinguieron los Reyes al capitular en 1501 con el capitán palermo.Eso sí, lo admite para el segundo viaje de Pinzón al Brasil en 1504 que intenta demostrar.Pero, pese a los encomiables esfuerzos del doctor Manzano y su gran erudición, cuando intenta describir ese segundo viaje, el resultado que obtiene es un periplo sospechosamente parecido al primero.Y se tiene a un Vicente Yáñez empeñado en repetir absurdamente sus acciones, como si el tiempo no hubiera transcurrido, como si no hubiera tenido que recibir ya una abundante información de otros navegantes que habían explorado ya esas costas.El resultado, pues, sería un viaje hecho de retazos bastante improbable, aunque ciertamente no imposible.Su carrera era impresionante y ni siquiera la del Almirante, al que ayudó decisivamente junto a su hermano, podía superarla.O sea, de su época, no solo españoles, sino también extranjeros, lo cual entonces significaba especialmente portugueses.El navegante con mayor experiencia, reconocido por marinos, pilotos, capitanes y cartógrafos, además de por la propia Corona que lo tuvo por experto consejero en estas materias en las Juntas de Toro y Burgos, y que, incluso cuando declina la invitación real para acompañar a Pedrarias Dávila por encontrarse enfermo, le comenta al Rey que la flota va falta de pilotos y Su Majestad se dio buena prisa en transmitir a los organizadores de la expedición el consejo de Pinzón para que le pusieran remedio.Por todo ello, se puede sin dudar hacer nuestras las palabras de Oviedo y decir que en la cuestión del famoso cabo «no hay otro autor de tanto crédito».Si el error por desconocimiento es poco probable, la mentira en boca del que fue un joven corsario es imposible.Nadie había perdido con ello más que él, a quien le hubiera correspondido ser capitán y gobernador de esas tierras.Indiscutiblemente, no se puede ni considerar la posibilidad de que expusiera un testimonio falso voluntariamente.