Nació en el rancho familiar, junto al villorrio de Cótiro, en donde desarrolló su infancia y juventud, apegado a las labores agrícolas.
Por tanto, Tomás Mejía, Miguel Miramón y Luis G. Osollo (este último ya se había levantado anteriormente con Antonio de Haro y Tamariz contra el gobierno de Comonfort) movilizan sus fuerzas.
Manuel Doblado moviliza la Guardia Nacional y logra retirar a Mejía hacia la Sierra, pero a la vez el presidente recibe rumores de que Miramón y Osollo se encuentran en la Ciudad de México para preparar el golpe desde la capital.
Juárez huye con su gobierno a Guanajuato, el estado al norte de Michoacán.
Es ahí donde Huerta se convierte en uno de los principales sostenes del esfuerzo bélico.
La administración huertista enfrentó con firmeza a los enemigos político-militares aglutinados en el bloque conservador que estalló ese conflicto con base en la tesis del Plan de Tacubaya.
Al mismo tiempo, el general Huerta sostuvo una confrontación casi permanente con grupos y actores al interior del partido liberal, de los que fueron cabezas visibles personajes como el abogado Justo Mendoza (quien posteriormente sería gobernador), Anselmo Argueta y Manuel Menocal.
Este proceder llevó al gobierno huertista a entrar en abierta confrontación tanto con el obispo Clemente de Jesús Munguía como con el grueso del cabildo diocesano, principalmente los canónigos Ramón Camacho y José Guadalupe Romero y con buena parte del presbiterio, así como con los segmentos sociales vinculados a la Iglesia.
[1] Ante la endémica carencia de recursos económicos para equilibrar las acciones militares frente a sus antagonistas conservadores, el gobierno del general Huerta debió desplegar nuevas medidas para acotar las maniobras retardatarias del clero y sus aliados.
Cuarto que los bienes eclesiásticos están destinados en su mayor parte para el alivio de los pobres, conforme la institución divina del cristianismo y a las disposiciones más terminantes de los sagrados cánones.
Desde su inicial vigencia se enfrentaron severas dificultades, sobre todo en lo relacionado con la ancestral y espinosa cuestión del depósito de pretensas a contraer nupcias, en lo que fue habitual la participación de los miembros del clero.
Al frente de ellas quedaron individuos de reconocida convicción y protagonismo en torno al proyecto jacobino como fue el caso del abogado y poeta Gabino Ortiz Villaseñor, en la capital del estado.
En Francia los prisioneros mexicanos nombraron jefe al general Huerta, quien trató de repatriarlos, pidiéndole ayuda a los líderes liberales, ya que el Gobierno de Benito Juárez, los dejó abandonados.