Se distinguen muy particularmente en la arquitectura románica las siguientes clases de edificios que merecen ser analizados individualmente: Las catedrales no tuvieron gran importancia hasta el siglo XII, pues frecuentemente las superaba en magnificencia las iglesias monacales, pero desde dicho siglo fueron creciendo en interés social y arquitectónico.
Al comienzo del siglo XI, solo la orden benedictina en sus diversas ramas llevaban fundadas más de 15.000 abadías.
Y entre las muchas que gozaban de justa celebridad en toda Europa mayormente para el arte, sobresalió como centro principal en los siglos XI y XII la Abadía de Cluny (Francia) que era una reforma benedictina fundada en el año 910.
Le siguió en importancia la del Cister, nueva reforma que empezó casi con el siglo XII y ambas dieron lugar a ciertas variantes de estilo.
Por regla general, su planta es cuadrada aunque en alguna rara ocasión la tienen redonda o poligonal, elevándose uniforme en toda su altura.
En Francia y alguna vez en Italia, se hallan ejemplares románicos de torres cuadradas o poligonales cuyos cuerpos suben disminuyendo gradualmente coronados con torrecillas o pináculos pero ya entran en la época y el espíritu del arte gótico.
Los sarcófagos eran poco suntuosos consistiendo en cajas de piedra más o menos decoradas con ornamentación románica e inscripciones y que raras veces ostentan la figura del difunto en relieve.
Las construcciones como casas, palacios y castillos se modelaban según el estilo románico de las iglesias en el ornato, en las puertas, ventanas, etc. aunque siempre con menor aparato externo.