Diego Felipe Betancur Túpac Amaru fue un mestizo cuzqueño del siglo XVIII conocido por el conflicto legal que tuvo con el curaca y noble inca, José Gabriel Condorcanqui (más conocido como Tupac Amaru II).
En 1721 se casaría con Lucia de Vargas Urbina, con la que tendría 4 hijos (Juana, Rosa, Melchora y Petrona).
Del matrimonio de su hija Melchora nacería su nieta, María Gertrudis Avendaño Betancur, quien se casó con el capitán español, Vicente García Rodríguez (un Hidalgo gallego muy letrado e inteligente).
Frente a ello, desde 1751 (según declaró Vicente García Rodríguez), Diego Felipe Betancur Tupac Amarú buscaría litigar ese marquesado a través de que se le reconozca como el único descendiente que existía del soberano Felipe Túpac Amaru, puesto que para iniciar este proceso de probanza, que iba durar muchos años (y que además traía consigo muchos gastos) primero uno debía de ser reconocido como descendiente legítimos del soberano Sayri Tupac por vía patrilineal, siendo miembro certificado del Ayllu Real de los Incas por el Consejo de los 24 Electores Incas del Cuzco.
Se sabe que Diego Felipe terminó enviando papeles y dinero a diferentes apoderados en España, aunque quedaría empobrecido en 1765 y desistíria por 10 años en luchar por este marquesado, hasta que se concretase el matrimonio de su nieta con Vicente José García en 1775, lo que renovó su ambición al tener el auxilio de un contacto en la notaría.
[2] Pero habían inexactitudes porque no especificaba como Bias era hijo de Tupac Amarú, se contradecía con la realidad geográfica al estar Surinama en Tinta y no Quispicanchis, y además, sus 3 hermanos (Pascual, Francisco y Juan) eran indios tributarios o plebeyos del común al que Manuela solicitaba que dejen de pagar el tributo indígena.
[…] Notará Vuestra Alteza que la Real Cédula habla con Don Juan Tito Túpac Amaro, hijo de Don Felipe Túpac Amaro; tres veces lo nombra, pero a la cuarta prosigue en estos términos: “que vos guarden y hagan guardar y cumplir a vos Don Alonso Tito Atauchi, Inga, y a los dichos vuestros hijos e hijas, etcétera”.
Este es un renuncio conocido, y es un habérseles ido la mano al tiempo de copiar la verdadera Real Cédula de dicho Don Alonso Tito Atauchi, porque Dios permite accidentes, para que no prevalezca la falsedad; luego este testimonio de dicha Real Cédula es falso, falsa su encapitación, falsa la existencia y falso todo lo que, en virtud de ella, han obrado Doña Manuela, Don Diego Bentancur y Don José Vicente su apoderado y protector; porque hacer la falsedad o usar de ella importa lo mismo, para lo que es la punición de este atroz, gravísimo delito…” -José Gabriel Tupa Amaro, 1777Sin embargo, debido a su avanzada edad y las enfermedades que estaba teniendo, Diego Felipe heredaría todos sus derechos como noble, así como sus procesos judiciales pendientes, a su nieta, María Gertrudis Avendaño Betancur-Túpac Amaru, y a su esposo Vicente García Rodríguez.
[9][10] El litigio al final no tuvo ganadores (ya que la Real audiencia de Lima nunca emitiría veredicto) y ambas familias perdieron mucho, tanto su honor como grandes sumas de dinero en juristas, genealogistas, apoderados y heraldos.
Actualmente mucho se especula sobre cual habría sido el resultado, pues los documentos del proceso quedarían destruidos casi en su totalidad tras la Gran Rebelión de 1780.
Por lo que, para los jueces del Virreinato del Perú, ni uno de los 2, aun teniendo apoyo de los Incas del Cuzco o de los indios plebeyos, y aún si hipotéticamente hubieran logrado demostrado su ascendencia, no habrían podido legitimarse como descendientes de Túpac Amaru ni recibir ese reconocimiento por parte del gobierno español con facilidad, ya que por motivos políticos, era poco probable que la Corona le concediera tal título a alguien que no pudiesen supervisar o controlar (como si podían con los Borja-Loyola Inca que residían en España).
La doctora María Martin Rubio señala que el soberano Túpac Amaru I del siglo XVI nunca habría tenido una hija llamada Juana Pilcohuaco (como argumentaba José Gabriel), tampoco un hijo llamado Juan Túpac Amaru (como argumentaba Diego Felipe), es más, su descendencia habría quedado extinta y sería imposible que tuviera descendientes en el siglo XVIII.