Estos trascendían a la nobleza incaica, de modo que el parentesco podía establecer un linaje, llamados panaca.
Al respecto, los filólogos andinos contemporáneos todavía están debatiendo cuál podría haber sido el significado original de la voz y cuál podría haber sido su lengua de origen.
Por su parte, a partir del contraste con la escasa ocurrencia documental del término, Itier propone el sentido de 'cabeza de linaje' o 'vicario', que podría haber sido un cargo institucionalizado.
Esta nueva panaca, a su muerte, habría sido dirigido por uno de sus hijos, generalmente el más prestigioso, excluyendo obviamente al heredero al trono que habría constituido, pero en algunos casos el liderazgo de la familia también lo ha asumido un hermano del Inca fallecido.
Las panacas no deben considerarse como una atribución simbólica de individuos a un grupo en particular.
La contraprestación que las panacas debían a su tutor y benefactor, estaba representada por el servicio al cuerpo embalsamado del difunto Inca, al que se le atribuían poderes divinos.
Considerando que la historia oficial del Tahuantinsuyo se conservó de la misma manera, esta actividad puede parecer superflua.
Las luchas de sucesión, a menudo sangrientas, debilitaron el poder estatal y los astutos soberanos incas intentaron evitar las crisis resultantes asociando, a sus seres vivos, al heredero designado de la dignidad imperial.
El imperio, en los límites máximos de su expansión, no permitió, de hecho, encontrar otros recursos para su familia imperial personal y el último señor del Cuzco observó que a estas alturas los muertos, es decir los Incas difuntos, poseían más riquezas que los vivos.
Se suponía que su declaración lo pondría en abierto contraste con los representantes de las familias imperiales y ayudaría a provocar su caída.